COSAS DE LA REALEZA
Los tailandeses son hospitalarios, corteses, amables, respetuosos y muy partidarios del “vive y deja vivir”, pero hay una cuestión sobre la que no admiten bromas: la monarquía. La figura del rey Bhumibol Adulyadej Rama IX y de su esposa la reina Sirikit son objeto de un respeto y una veneración total y absoluta. Hay en Tailandia una ley que castiga con 15 años de cárcel la difusión de cualquier información lesiva para la Casa Real, aunque sea cierta, y puede que eso influya un poco en el asunto, no lo se. Recuerdo un guía, Nong, que me hablaba con arrobo del aspecto juvenil de la reina quien representaba, según él, veinte o veinticinco años a pesar de su avanzada(casi provecta diría yo) . No digo que Sirikit esté mal conservada; de hecho no creo que lo pueda decir nadie, porque es imposible adivinar cuál sería su aspecto sin las toneladas de maquillaje que le cementan la cara, que le cae una semilla y en cuatro días le nace un baobab, pero ya os digo yo que de veinticinco (más bien treinta y cinco) en cada pata no baja, y se le nota. Ante ese amoroso y miope candor de nuestro guía, la actitud correcta es hacer como que te lo crees y disimular la risa en la medida de lo posible, porque si no les ofendes terriblemente.
Dice Amelie Nothomb que la actitud correcta para acercarse al emperador de Japón es “con estupor y temblores”; para presentarse a Rama IX son necesarios dolores, ya que lo preceptivo es llegar de rodillas a Su Real Presencia. Es dudoso que haya en la corte tailandesa alguien que no padezca de lesiones severas en el menisco. Su antepasado Chulalongkorn Rama V es virtualmente un dios para los tailandeses, debido a su abolición de la esclavitud y su defensa de la independencia del país en una época en la que Europa se había repartido, como colonias o protectorados, todos los reinos de alrededor. Su retrato se vende en forma de broche, sortija o camafeo por todas las esquinas de Bangkok. Por encima de la realeza está solo Buda y el budismo. Quizás por esa razón los palacios reales y los templos son como islas de maravillosa belleza en aquella acumulación de feo cemento que es Bangkok.
La visita al Gran Palacio es obligada y realmente merece la pena. Se trata de un recinto enorme, rodeado por un muro blanco y repleto de todas las excentricidades arquitectónicas que se les han ido ocurriendo a los reyes de Tailandia de la dinastía Chakri quienes, por cierto, se llaman todos Rama del primero al último. Todos los edificios grandes y pequeños tiene unos nombres extravagantemente largos e imposibles de pronunciar sin equivocarte, tales como Phra Thinang Apon Phimok Prasat, Phra Thinang Dusit Maha Prasat, Hor Phra Sulalai Phiman y muchos otros del mismo pelo; porque el recinto está verdaderamente trufado de palacios, palacetes, pabellones, oratorios, templos y residencias secundarias. Por todos los rincones el brillo del mármol pulido y del pan de oro. Quizás el edificio más extravagante sea el Chakri Maha Prasat, que es un palacio de estilo neobarroco europeo de impoluto mármol blanco, pero rematado con el colorín colorao del clásico tejado tailandés, con sus estatuas de Garuda y sus picuruchos forrados de oro. Aquello son las mil y una noches tailandesas todas juntas.
Como todo lo relacionado con la Real Casa y Familia está rodeado de una veneración casi fanática, para visitar el Gran Palacio se exige un código de vestimenta más estricto que el del Vaticano, que ya es ser. “Ropa no admitida: Shorts, minifaldas, faldas cortas, pantalones ajustados, pantys, camisas y blusas transparentes, culottes, pantalones cortos, camisetas sin mangas, chalecos, sandalias sin talones o tobillos cubiertos, sudaderas, chándales y ropa deportiva en general.” Vamos, lo ideal para los cuarenta y dos o cuarenta y tres grados que tuvimos que sufrir el día de la visita.
Dentro del recinto se encuentra en templo budista más importante de Tailandia, el Wat Phra Keo o Templo del Buda de Esmeralda. El templo es un recinto dentro del recinto y su entrada está custodiada por dos gigantones de piedra, que se parecen a aquellos cabezudos con zancos de las romerías de antes, pero con cara de muy malísima hostia. Estaréis hartos de verlos en foto. La entrada en los templos budistas está permitida a todo el mundo, pero hay que seguir unas normas de vestimenta parecidas a las del Palacio Real excepto en el calzado, que no está permitido. A los templos budistas hay que entrar descalzo. Me llamareis paleto, pero yo siempre que tengo que descalzarme en uno de esos sitios, pienso que cuando vuelva a buscarlos me encontraré con que los han robado. El caso es que hay que quitárselos y dejarlos a la entrada, en una estantería como las de los restaurantes. Los fieles suelen estar de rodillas, haciendo reverencias y sujetando entre las manos una flor de loto y una o varias varitas de incienso, pero el visitante puede estar de pie, de rodillas, o sentado en el suelo de mármol tratando de encontrar una postura cómoda, lo que no suele ocurrir. La única precaución que hay que tener es la de no poner la planta de los pies de cara a la imagen de Buda, porque eso se considera ofensivo.
Hay que decir que el Wat Phra Keo es un timo. Un timo espectacular y muy bien montado, pero un timo al fin y al cabo. Para empezar no se llama en realidad Phra Keo (“Wat” quiere decir templo) sino que su verdadera denominación es Phra Phuttha Maha Mani Ratana Patimakorn, que los tailandeses cuando se arrancan a poner nombres no se cortan un pelo. Pero bueno, eso se puede aceptar porque es como si a San José le llamamos Pepe, que es una cosa cariñosa y sin ánimo de ofender. Se comprende además que para la gente será un alivio poder decir “Phra Keo que estás en los cielos”, en lugar de tener que arrancarse con un “Dios te salve Phra Phuttha Maha Mani Ratana Patimakorn”, que le tiene que dejar a uno sin aliento; y con lo aficionados que son los budistas a los mantras, que cuando rezan no paran de repetir lo mismo una y otra vez. En fin, que lo del nombre tiene un pase. Pero lo gordo del caso es que el Buda de Esmeralda no es de esmeralda y eso, no me lo negareis, ya es un timo que roza la estafa más escandalosa y descarada. Resulta que la escultura, de unos 50 cm de altura, está hecha de un tipo de jade llamado “jade imperial”, que cuando es muy puro recuerda mucho a la esmeralda y allá en aquellos remotos años en que lo encontraron, a la gente le pareció de esmeralda, o eso dicen. Pero no es de esmeralda. Habría que ver lo que opinaba el chino que me cambió los dólares sobre ese asunto, y cuantas veces pondría al trasluz la estatua aquella. Y es que me parece terriblemente arbitrario que en el mismo país te lleven al trullo 10 o 15 años por pasar un billete falso, mientras que al templo más prestigioso se le permita llamar “de esmeralda” a una escultura que es en realidad de jade. Precisamente ellos, que tan aficionados son a poner nombres interminables a todo, bien hubiesen podido llamarle “Templo del Buda que cuando le encontraron parecía de esmeralda, pero que resultó ser de jade”, con unos cuantos “Phra”, “wat” y “Maha” salteados, evitando así hacer víctima a la gente de ese escandaloso fraude.
Por lo demás, aquel templo es una cosa portentosa de pinturas al fresco, mármoles preciosos, maderas y, como diría Howard Carter, cosas maravillosas y el brillo del oro por todas partes. El altar del Buda es de un lujo casi indescriptible. Es como si se hubiesen apilado uno encima de otro tres o cuatro pasos de Semana Santa sevillanos, pero de oro. Empingorotado en la cúspide y bajo un palio dorado se encuentra “El Buda que cuando le encontraron parecía de esmeralda, pero que resultó ser de jade”, vestido con un traje de oro. Lo mismo que la Virgen del Pilar tiene varios mantos, el Buda tiene varios trajes. Concretamente tiene tres, uno para cada estación del año tailandés (verano, invierno y lluvias) y es el propio rey quien cambia de traje al Buda cuando corresponde, para que se vea que a pesar de la pompa y los arrodillamientos también tiene sus rasgos de llaneza y sencillez.
Dentro del recinto del templo se encuentran el Panteón Real (Prasat Phra Thep Bidorn) y otro edificio que nuestro guía, haciendo un alarde algo exagerado de su dominio del español, llamó “la libraré”. Resulta que, falto de conocimientos pero sobrado de recursos, el guía había tomado el término inglés “library, lo había castellanizado a ese “la libraré” que nos había dejado estupefactos y se había quedado tan campante. En fin, que la “libraré” resulto ser la biblioteca, o Phra Mondop. Tras haber contemplado tantísimas magnificencias en general, la particular de la biblioteca no llama demasiado la atención. Si es llamativo su pequeño tamaño y dice poco a favor de la afición de los reyes tailandeses por la lectura.
La visita sigue con más pabellones, palacios, palacetes, salas del trono y quioscos de malaquita. Tan profusamente construido está el recinto, tan repleto de prodigios arquitectónicos y decorativos, que se dice que al rey Rama V llegó a producirle una especie de claustrofobia. Como era un monarca muy emprendedor para sus cosas, solucionó el asunto comprando una finquita de seis hectáreas y ordenó levantar en ella una residencia privada más íntima y oreada.
El resultado de esa iniciativa fue Phra Thinang Vimanmek, un palacio de estilo colonial victoriano, íntegramente construido en madera de teka dorada, con 80 habitaciones de nada, para que Chulalongkorn Rama V tuviese al mismo tiempo intimidad y desahogo. Pero claro, una cosa es que el rey viviese más sencillamente y otra muy distinta que no tuviese a mano un triste salón del trono en el que recibir con la pompa y circunstancia mayestáticas que son de rigor para un monarca tan augustísimo. Phra Thinang Abhishek Dusit vino a resolver el problema. El edificio, francamente, no es muy impresionante; de hecho tiene más aspecto de estación de ferrocarril de un balneario antiguo que de Salón de Reinos. Pienso yo que alguna visita le haría a Don Rama V algún comentario malicioso sobre el achaparramiento y falta de dignidad del edificio y el monarca, que debía ser muy suyo, mando construir el despampanante Phra Thinang Ananta Samakhom para sustituirlo. Aquello es una enormidad de mármol blanco, de un estilo que podría definirse como híbrido entre la Catedral de San Pablo de Londres, el Casino de Montecarlo y la estación de Valladolid. Toda esa mole contiene una única sala, grande como una basílica, que los reyes utilizan dos o tres veces al año, en las ceremonias de mucho vestir. Cerca de allí, rodeado por un foso lleno de agua y vedado a las visitas públicas, está el Palacio de Chitralada, residencia del actual monarca.
Aparte del Gran Palacio y el Recinto Dusit hay muchos más palacios: de invierno, de verano, de entretiempo, de ir a veces sí y a veces no… Demasiados para visitarlos todos.