Desde que llegó Internet a nuestras vidas, abrir el buzón ha perdido toda su emoción y su misterio. Ya nadie escribe
cartas, porque todo nos lo decimos por
email. Tampoco recibimos aquellas encantadoras postales que era casi obligatorio
enviar cada vez que salías de viaje. Aquellas postales decían muchísimo de la
persona que las escribía. Estaban las que se dividían en cuatro, cinco o incluso más
minifotos que compraban aquellos que querían demostrar lo listos que habían
sido y lo que les había cundido el viaje. Los aburridos y faltos de imaginación
preferían las que representaban el monumento icónico de la ciudad visitada: de
Roma, el Coliseo; de París, lo Torre Eiffel; de Pisa, la Torre Inclinada, de España la Especulación Inmobiliaria…
y así sucesivamente. Por el contrario,
los finos y sofisticados procuraban comprar postales con un pedazo de un
fragmento de un trocito irreconocible de una puerta de un palacio desconocido,
para hacerse los entendidos e intelectuales y, sobre todo, para que no se les
pudiese confundir ni remotamente con los despreciados “turistas de viaje
organizado”. Hubo una temporada en que se pusieron de moda las de tías y tíos
cachas, para enviar desde la playa, y las de frases chistosas, digámoslo así,
que se podían enviar desde cualquier sitio. Para terminar estaban aquellas
típicamente españolas, con sevillanas y toreros de traje bordado en relieve y
lentejuelas pegadas que tienen el mérito de ser lo más
kitsch que ha producido el solar patrio y puede que el mundial. Ahora, gracias a los teléfonos
móviles, siempre que algún conocido sale de viaje te ves expuesto a recibir un
bombardeo diario de fotos absurdas de la pizza que se están comiendo, la
habitación del hotel y cosas así. Las peores son las que te mandan para que
compruebes la juerga que se están pasando por la noche, que son todas iguales:
unas figuras borrosas con un vaso en la mano y ojos fosforescentes, sobre un
fondo de oscuridad roto por alguna luz de colorines.
Todo aquello se lo llevó el viento de la tecnología.
Ahora abrir el buzón es aburridísimo. Las únicas cartas son las del banco, que
jamás dan sorpresas agradables, más bien al contrario. El resto es publicidad
del supermercado y de mueblerías de las de “amueble su piso por 500 euros”.
Últimamente en España anima el cotarro postal esa propaganda electoral que recibimos con una frecuencia tan
inesperada. En fin, que lo habitual es abrir el buzón y tirar todo lo que
contiene en la papelera más cercana así, sin mirar. Sin embargo hoy, como
antaño, he tenido una sorpresa. Medio oculta entre las ofertas de “Lupa” he
descubierto una pequeña e intrigante tarjeta de papel que decía: PROFESOR MAMADOU.
Confesaré que
ha sido ese mama dou de tan descaradas connotaciones felatorias lo que me ha llamado la atención. Pero no,
resulta que Mamadou, lejos de dedicarse a chuparla, es ni más ni menos que un “vidente y
futurólogo africano”. No me queda más
remedio que reconocer que mis conocimientos sobre la magia africana son
limitadísimos. Todo lo que sé sobre el tema lo aprendí en las películas de
Tarzán y en “Las minas del rey Salomón”, películas en las que invariablemente
el hechicero era muy malo y muy feo y el único porvenir que te adivinaban era
el de terminar cocinado al fuego vivo de una hoguera, en la clásica perola
gigante. Más recientemente mi sobrino Raúl, que ha viajado mucho al Congo, me
ha ilustrado sobre la magia Gri-Gri. Parece ser que el Gri-Gri es una magia
multiusos que la desgraciada situación de la antigua finca de Leopoldo II ha
enfocado principalmente al tema bélico. Un soldado grigrizado se vuelve totalmente
invulnerable salvo, claro está, que tenga la mala pata de que le peguen un tiro y le maten, aunque esto
suele achacarse a una grigrización deficiente. Hay un grupo de brujos Gri-Gri
que han conseguido la proeza de grigrizar un palo; si se señala con ese palo
grigrizado a un avión enemigo, este cae fulminado y se espachurra. No cabe duda
del gran avance que supondría ese palo Gri-Gri en el campo de la tecnología militar,
pero Raúl me ha reconocido que no se dispone de datos estadísticos sobre su
efectividad real. A la vista de tan escasos datos sobre la magia africana se
comprenderá mi sorpresa al leer la gran cantidad de aspectos de la vida que,
según el profesor Mamadou, son susceptibles de ser controlados gracias a ella.
Lo primero que nos dice la tarjetita es que el
profesor tiene “Alta experiencia en todos
los campos de la videncia africana”, así, a modo de curriculum, para que
seamos conscientes de que no estamos tratando con un brujillo del tres al
cuarto. Le sigue una asombrosa relación de facultades y poderes que le dejan a
uno patidifuso, pero con una redacción, lamento decirlo, algo deficiente en ciertos casos que
genera alguna duda que otra. Veamos.
“Ayuda a
resolver tus problemas con resultados increíbles en poco tiempo”. ¿Qué nos
quiere decir el autor? Pudiera ser que los problemas se resuelvan en poco
tiempo, pero también puede interpretase que los resultados son increíbles en
poco tiempo, así como si solo te lo pudieses creer a largo plazo, lo que
resulta de una incomodidad extrema porque ¿de qué te sirve que te resuelvan un
problema si no te lo crees? Sería casi trágico estar sufriendo por un problema
resuelto, simplemente porque no te lo crees. Eso es como un Gri-Gri mal
grigrizado. No sé.
“Recuperar la
pareja por difícil que sea con inseparable atracción”. Vamos a ver, si
alguien ha conseguido separarse de una pareja difícil, lo que siempre es muy complicado
y trabajoso, parece poco razonable que
quiera recuperarla nada menos que “con inseparable atracción”. Hay gente para
todo, pero me da la sensación de que poca demanda tendrá el Alto Vidente de
semejante servicio. “Recuperar la pareja, por difícil que sea con inseparable
atracción” tendría más sentido. Así uno está seguro de recuperar a su pareja,
pero se le advierte de que es problemático que esa recuperación llegué al
extremo, poco atractivo por otra parte, de la “inseparable atracción”.
“Devolver al
Amor perdido o atraer a la persona querida con amarres fuertes, corriendo
cariñosamente detrás de ti”. Dejando a un lado eso de los “amarres fuertes”,
que me suena más a recuperar un atraque perdido en el puerto deportivo que un
amor ¿En qué consiste el conjuro? Recuperar el atraque perdido es muy
apetecible, pero si es a costa de que el profesor Mamadou vaya “corriendo
cariñosamente detrás de ti” no creo yo que mucha gente se anime; y muchos menos
en Cantabria, con el sentido tan extremado del ridículo que tenemos. Si yo me decidiese a hacerlo, en dos días estaría todo el mundo comentando que detrás de
Emilio corre cariñosamente un negro senegalés, lo que es poco probable que
fuese interpretado como una sesión de Alta Videncia Africana, que la gente es
muy mala.
Del resto no tengo nada que decir, salvo que
evidentemente el profesor Mamadou es un Alto Vidente multiusos: “Ayuda a mejorar en los negocios y en el
trabajo; Ayuda a solucionar problemas familiares, matrimoniales, judiciales,
impotencia sexual; Limpia mal de ojo, hechizos, malos espíritus. Ayuda a dejar
el alcohol y las drogas, etc…”. Mucho me temo que se vea el profesor en los tribunales, acusado
de intrusismo profesional por el Colegio de Médicos, el de Abogados y algunos
otros, que hay mucha envidia en este mundo. En el tema del trabajo puede estar
tranquilo, ya que si ayuda a conseguirlo no interferirá ni de lejos las
funciones del Servicio Cántabro de Empleo.
Lo importante es el final, ese “SU TRABAJO ES SERIO CON GARANTÍA 100%”. Se pueden cuestionar los
métodos de la magia africana, pero comprometerse al 100% con lo que se promete es
cosa seria y muy poca gente lo hace. Esa frase me gustaría mucho verla al final
de esos programas electorales con los que nos ametrallaran en breve tiempo.
Mamadou no es como Carmena, para quien los programas electorales no son más que
una “declaración de intenciones”. Mamadou no es como Rajoy, que piensa que los
programas electorales son para hacer justamente todo lo contrario de lo que se
promete. Mamadou lo garantiza todo al 100%. Claro que, ahora que lo pienso,
puede que esa tarjetita tan llena de promesas increíbles sea en realidad el
primer programa electoral que me ha llegado, en cuyo caso ese “SU TRABAJO ES
SERIO CON GARANTÍA 100%” no sería más que una mentira descarada o una declaración
de intenciones.