Hace poco recibí, por facebook creo recordar, una de esas peticiones de firma para tratar de conseguir algo razonable por la fuerza bruta del número, ya que no por el peso específico de la cuestión en sí, como debería ser. Se trataba en este caso de una petición a la cadena de televisión Tele5 para que dejase de emitir los programas “Sálvame” y “Sálvame de Luxe”, epítomes de ese fenómeno que se ha dado en llamar telebasura. Pedirle a un lobo hambriento que suelte su presa es cosa inútil; si la petición llegase a reunir un número sustancial de firmas, cosa que dudo, ya me estoy imaginando las carcajadas de los directivos de Tele5 cuando la reciban. Pero siempre he sentido debilidad por los gestos inútiles, siempre y cuando no sean multitudinarios, de modo que me decidí a compartir la petición en mi muro. Tengo que decir que la mayor parte de mis amigos la han ignorado, a unos cuantos les ha gustado y apenas un par de ellos la ha compartido. Ha habido un solo comentario: “Pues hacer como yo, si no os gusta no lo miréis, se puede leer. Ordenador... Y si un día me apetece verlo lo veo y sin más…” Creo que esa es la opinión mayoritaria. Respeto mucho el derecho de todo el mundo a expresar lo que mejor le parezca, pero creo que lo mismo podría haberse dicho del circo romano, de las ejecuciones públicas o de cualquier otro espectáculo ahora prohibido y que en su momento se consideraron diversiones adecuadas para la masa; espectáculos que, como “Sálvame”, justificaban su existencia por la gran afluencia de público, por la audiencia en definitiva.
Habrá quienes piensen que la comparación es exagerada. Al fin y al cabo en esos programas no muere nadie. Se matan el buen gusto y el pudor; se hace apología de la incultura y la ordinariez; se destripan intimidades de la forma más soez y repugnante. Pero no muere nadie, eso es cierto. Recuerdo el escándalo que se organizo en los medios de comunicación, hace ya muchos años, cuando empezó a emitirse por la Televisión Valenciana el programa “Tómbola”, directo antecesor de los “Sálvame” y similares. Si no recuerdo mal el asunto llegó hasta Las Cortes en donde, claro está, se solventó el asunto de un plumazo apelando a la Libertad de Expresión. Y tengo que reconocer que en este asunto entro en contradicción, porque siendo como soy fervoroso defensor de que todo el mundo pueda decir lo que quiera, me parece intolerable y vergonzoso que programas como esos sean emitidos. Intentaré explicarme. El racismo me parece una de las ideologías más repugnantes, sin embargo creo que si una persona es racista, debe tener derecho a decirlo. Otra cosa sería, y yo estaría radicalmente en contra, que un programa de televisión estuviese haciendo apología del racismo cuatro horas todas las tardes. ¿Bastaría con ignorarlo, con no verlo? Sé que la sensibilidad, la cultura y el pensamiento reflexivo son consideradas por mucha gente como anacronismos despreciables; defiendo el derecho de quienes lo piensan a decirlo, pero estoy en contra de que un programa de televisión dedique cuatro horas todas las tardes a hacer apología de ese desprecio. El daño que se provoca me parece tan evidente en el primer caso como en el segundo.
Que hace años escandalizase “Tómbola” y ahora se considere inocuo “Sálvame” es una triste muestra del camino que llevamos. Estoy convencido de que la desastrosa sucesión de leyes y contraleyes de educación ha tenido mucho que ver en el asunto, aunque es posible que sea solo el signo de los tiempos. Lo que es evidente es que el nivel de exigencia de calidad está llegando a sus mínimos.Es ya un tópico decirlo, pero que Belén Esteban venda 100.000 ejemplares de su libro es para no estar muy orgulloso de ser español.
Otro que también vende libros es Jorge Luis Vazquez, conductor del programa y buque insignia de Tele5, lo que dice mucho de la cadena. Leí hace no mucho en “Babelia” (¡en Babelia!) una entrevista que le hacían a proposito de esa nueva y sorprendente faceta suya de intelectual. D. Jorge Luis, siguiendo la senda de ese Ramoncín que paso de rey del pollo frito a filósofo televisivo en el plis plas de leerse un par de libros, es ahora escritor, actor y no sé cuantas cosas más. Listo como el hambre ha comprendido que debe despegarse poco a poco de la baba verde de los programas que le llevaron a éxito. A él ya le aburre que le pregunten por la historia de la telebasura, eso dice, y nos pide que veamos “Sálvame” como “entretenimiento”. Hasta el se da cuenta de la mierda que se dispara desde la trinchera del “entretenimiento”, pero claro está que no va a tirar piedras sobre su tejado.Al menos no demasiado descaradamente.
La colección de personajes que rodean a Don Jorge y Doña Belén parecen sacados todos a golpes de un frenopático. Gritan, lloran y ríen como posesos. Disertan con seriedad académica sobre los asuntos más banales, y si pueden ser nauseabundos, vomitivos y corrompidos mucho mejor. Se matan a cuchillo unos a otros cuando hay que dar un repunte de audiencia; se perdonan y abrazan en cuanto ven que la cosa se les ha ido un poco de las manos. Cuentan sus miserias a tanto el kilo. Los entrevistados están lógicamente a nivel. El programa tiene sus propias fábricas de personajes, cortados por el patrón de los “colaboradores”. Vienen de la cantera de la Milá y sus experimentos sociológicos y demás programas de telerrealidad. Todos ellos a su vez se despellejan y venden sus placeres y penurias sin pudor alguno, todo en aras del “entretenimiento”.
Otro que también vende libros es Jorge Luis Vazquez, conductor del programa y buque insignia de Tele5, lo que dice mucho de la cadena. Leí hace no mucho en “Babelia” (¡en Babelia!) una entrevista que le hacían a proposito de esa nueva y sorprendente faceta suya de intelectual. D. Jorge Luis, siguiendo la senda de ese Ramoncín que paso de rey del pollo frito a filósofo televisivo en el plis plas de leerse un par de libros, es ahora escritor, actor y no sé cuantas cosas más. Listo como el hambre ha comprendido que debe despegarse poco a poco de la baba verde de los programas que le llevaron a éxito. A él ya le aburre que le pregunten por la historia de la telebasura, eso dice, y nos pide que veamos “Sálvame” como “entretenimiento”. Hasta el se da cuenta de la mierda que se dispara desde la trinchera del “entretenimiento”, pero claro está que no va a tirar piedras sobre su tejado.Al menos no demasiado descaradamente.
La colección de personajes que rodean a Don Jorge y Doña Belén parecen sacados todos a golpes de un frenopático. Gritan, lloran y ríen como posesos. Disertan con seriedad académica sobre los asuntos más banales, y si pueden ser nauseabundos, vomitivos y corrompidos mucho mejor. Se matan a cuchillo unos a otros cuando hay que dar un repunte de audiencia; se perdonan y abrazan en cuanto ven que la cosa se les ha ido un poco de las manos. Cuentan sus miserias a tanto el kilo. Los entrevistados están lógicamente a nivel. El programa tiene sus propias fábricas de personajes, cortados por el patrón de los “colaboradores”. Vienen de la cantera de la Milá y sus experimentos sociológicos y demás programas de telerrealidad. Todos ellos a su vez se despellejan y venden sus placeres y penurias sin pudor alguno, todo en aras del “entretenimiento”.
Sé que el programa tiene gran
audiencia. Esa es la gran baza de todos, ese público “que no es tonto”, como no
se cansan de repetir. Estoy seguro de que, efectivamente, ese público no es
tonto, que simplemente se deja llevar por la fascinación de lo escatológico y, digámoslo
todo, por dar rienda suelta a ese punto de cotillas que todos tenemos. También
estoy seguro de que si les diesen verdadero entretenimiento lo disfrutaría más.
Yo no creo que baste con ignorarlo, con no verlo. Creo que hay que verlo para darse cuenta de lo dañino que es. Yo quiero que dejen de emitir “Sálvame”.
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