Ya sé que sonará a herejía, pero no me gustan los museos. Naturalmente los visito siempre que puedo, porque no hay otro modo hoy en día de poder admirar las obras de los grandes maestros, y de los pequeños, pero la idea en si me desagrada mucho. Me refiero a la idea de almacén, de amontonamiento, de acumulación de más y más piezas, idea tan opuesta, a mi modesto entender, a todo lo que la belleza supone de sutil, exquisito y singular. Galerías y más galerías y salas y más salas llenas de tanta belleza que es sencillamente imposible asimilarla toda junta. No hay más que ver esos rostros cansado y aturdidos de los grupos de turistas que siguen obedientes a su guía, resignados a seguir viendo a Velázquez, a Goya y a Caravaggio como a través de una niebla de fatiga. La primera vez que visité los Museos Vaticanos llegó un momento en ya no soportaba ver más laoocontes y apolos Belvedere, más rafaeles, mas oro y diamantes. Lo único que quería era salir lo más rápidamente posible de aquel laberinto de mármoles y esplendores, de aquella verdadera cueva de Alí-Babá, y sentarme a tomar tranquilamente una cerveza viendo pasar le gente bajo el sol romano. Cosas mías.
Luego está esa manía de cambiar las cosas de sitio y de prestarse cosas unos museos a otros, que tanta frustración provoca. La primera vez que vi el busto de Nefertiti estaba en el Museo Egipcio de Charlottenburg, en el Berlín Occidental. La segunda resultó que lo habían trasladado al Altes Museum, en el centro de la ciudad. Ahora parece ser que lo han instalado en el Neues Museum, también en la Isla de los Museos. Yo no sé qué pensará la reina, con lo estirada y lo altiva que debía ser, de tanto cambio de sede. Con lo tranquila que ella estaba en El-Amarna, cubierta de arena durante cientos y cientos de años sin que nadie la molestase, ahora van y la tienen trasteando por Berlín como su fuese un chisme viejo. Cuando fui a visitar la Galería de los Ufizzi con la sana intención de recrearme en la contemplación de “La Primavera”de Botticelli, resultó que estaba en préstamo en el Louvre, que es que parece que lo hacen para joder al personal. Además en los museos, quieras que no, a veces pasan cosas muy raras.
En un museo me ocurrió la única experiencia paranormal que he tenido en mi vida. Ocurrió en el palacio de Elsedo, por otro nombre palacio de los Condes de Torrehermosa. El palacio tiene fama de albergar una de las mejores colecciones privadas de arte español del siglo XX, lo cual no sabría yo decir si es mucho o poco. El caso es que vi allí muy buenos cuadros y esculturas y también algo de mierda al óleo o en acrílico, pero eso sí, con firma famosa al pié. Mención especial merece un estremecedor retrato de SS el Papa Pio XII que da un miedo horroroso. Me recordó a la escultura de bronce del propio Papa en la basílica de San Pedro del Vaticano, que es una cosa pavorosa a más no poder. No me explico cómo es posible que a un Papa tan santo y tan bueno le hayan representado siempre como si fuese una mezcla entre Frankenstein y Nosferatu, pero con gafas y vestido de pontifical. El asunto es que la entrada incluye también una visita a la antigua capilla del palacio, que es muy bonita y muy recoleta, con su bóveda de crucería y todo. En el coro hay dos angelones enormes de madera hermosamente policromada; yo, que en aquella época lo fotografiaba todo, le hice una foto a uno de ellos. Imaginad mi pasmo estupefacto cuando la cámara de fotos me hace la indicación “detectado parpadeo”. Cuando alarmado y confuso se lo comente a la amiga que me acompañaba, pensó que le estaba tomando el pelo muy tontamente, de modo que, con ella a mi lado, volví a fotografiar al angelote con idéntico resultado: “detectado parpadeo”. La escultura tenía una expresión de esas como de pasmo idiotizado que los escultores mediocres del siglo XVII querían hacer pasar por felicidad seráfica, con unos ojos muy grandes mirando fijamente al frente, sin parpadear ni nada, pero la cámara insistía tozudamente en decir “detectado parpadeo”; y como es sabido que las cámaras digitales y toda la tecnología en general no mienten nunca jamás, empecé a sentirme inquieto y temeroso y me fui de aquel coro maldito lo más deprisa que pude. Porque en aquel entonces no ponían Cuarto Milenio, que sino a Iker Jiménez va el angelote de marras. Esa ha sido la única paranormalidad que se me ha cruzado en la vida y fue en un museo.
Otro incidente notable que no llegó a paranormal, pero que tampoco fue muy normal, me ocurrió visitando en Roma la Galería Spada. El palacio Spada tiene fama por sus cuadros de Andrea del Sarto, Guercino, Artemisia Gentileschi y otros, pero sobre todo por la famosa “Perspectiva Borromini”, que yo tenía mucho interés en ver. La “Perspectiva” es un trampantojo muy ingenioso y muy matemático mediante el cual una galería de 8 metros parece que tiene 40, eso dicen, con una estatua al fondo que parece de tamaño natural, dicen, cuando en realidad mide apenas 60 cm. Yo no dudo que en aquellos tiempos tan refinados del 1600 la gente se quedase pasmada con el truco, pero con la mente atiborrada de efectos especiales y realidades virtuales la cosa ya no da tanta sensación.
El palacio Spada no es un lugar muy visitado. La mayoría de los turistas se quedan en el vecino mercado de Campo di Fiori, a la sombra del despampánate “Cubo” Farnesio, por lo que mis amigos y yo estuvimos solos durante toda la visita. En una de las salas de paso, junto a una ventana, se exponía una escultura romana, una figura femenina de esas que no tienen ni cabeza ni brazos, sujeta a un pedestal de mármol mediante unas varillas metálicas muy finas que le salían de lo que quedaba de las piernas. A mí la escultura no me llamó demasiado la atención, pero una amiga mía se acercó a verla con gran interés, con tan mala suerte que al volverse para continuar con la visita le arreo a la estatua un cachiporrazo de padre y muy señor mío con la mochila que llevaba colgada a la espalda. A consecuencia del impacto aquel torso milenario cobro vida y empezó a menearse sobre las varillas de una forma enloquecida, como su hubiese sido presa de un ataque de perlesía arqueológica. Nosotros nos quedamos lívidos de espanto, rezando por lo bajinis para que las varillas aguantasen y la escultura no se hiciese trizas contra el suelo, al tiempo que hacíamos corro alrededor de ella para que los guardas de la galería, que no tenían otra cosa que hacer que vigilarnos, no viesen aquella tembladera. Tengo que decir que conseguimos justo el efecto contrario. A poco que nos hubiésemos puesto a pensar nos hubiésemos dado cuenta de que resultaba muy llamativo que en una sala atiborrada de rubens y de tizianos, pusiésemos nosotros un interés tan exagerado en aquella birria romana. Por fortuna cuando se acercaron con la suspicacia indisimuladamente reflejada en sus caras, la puta escultura ya casi no temblaba. Eso sí, durante el resto de la visita no se separaron de nosotros ni un milímetro. No quiero ni pensar en lo que hubiese pasado en caso de haberse despachurrado aquel torso maldito, con lo mirados que son los italianos para sus cosas. Valer no valía mucho, pero con lo que ellos exageran todo seguro que nos hubiese salido a precio del Ares Ludovisi.
Ese tipo de cosas te pueden ocurrir en un museo, que lo sepas, por lo que yo propongo que se vacíen todos y que las obras de arte vuelvan a las iglesias y los palacios de los que han salido, cada una en el lugar para el que fue creada. De ese modo apreciaremos más serenamente su belleza, y la de la iglesia o el palacio y sus jardines, y la del pueblo en el que está el palacio, y la del paisaje que rodea al pueblo. Que vuelvan al Partenón los mármoles de Lord Elgin, a Italia todo lo que robó Napoleón, y a México el penacho de Moctezuma. Que se reparta el resto por plazas y jardines, por escuelas y universidades, por los tristísimos centros oficiales. Que la belleza nos envuelvo día a día y no solo “cuando toca” visitar algún museo.
martes, 29 de diciembre de 2015
domingo, 20 de diciembre de 2015
MISCELANEA
Hoy el día está resultando muy rico en informaciones y experiencias. A primera hora, repasando mis correos, me he encontrado con un mail de un portal de empleo con el encabezado “Empleos en Piélagos” que me proponía las siguientes ofertas:
“Accessories Buyer - Barcelona - Spanish Speaking”
“Store Manager - Luxury Italian Brand – Valencia”
“Electrical & Avionic Service Engineer (elav) – Netherlands”
No diré que Piélagos sea un municipio de mala muerte, que luego me llaman desarraigado, pero pretender que incluye Barcelona, Valencia y Netherlands me parece algo presuntuoso, por decir lo mínimo. Claro que podría ser que algún político avispado haya incluido Piélagos en los Països Catalans y yo, con esa manía que tengo de no ver los telediarios, no me hubiese enterado del asunto. A lo de Netherlands no le encuentro explicación. Nunca he escuchado a los independentistas catalanes reclamar Holanda como territorio histórico, aunque lo mismo ahora resulta que los famosos Tercios de Flandes eran todos de Castelldefels. Ya puestos a catalanizar a Santa Teresa y a Colón ¿porqué no a los tercios? Otra explicación sería que el portal de empleo ofrezca trabajos no en Piélagos sino en piélagos, que según la RAE es “parte del mar, que dista mucho de la tierra”. De ser así me pregunto qué coños pintan un “Accessories Buyer” y un “Store Manager Luxury Italian Brand” en una plataforma petrolífera o en un arrastrero del mar de Alborán.
Indudablemente el asunto es confuso y tratar de aclararlo me ha llevado buena parte de la mañana, sin éxito.
Después he ido a votar y a comprar el pan lo que, si se me permite, me parece una encantadora analogía del famoso refrán “A Dios rogando y con el mazo dando”.
También he dedicado un poco de tiempo a la televisión. Todos los domingos por la mañana “La Dos” de Televisión Española concede unos minutos a diversas confesiones religiosas para que se promocionen como mejor les parezca. La idea que los directivos de La Dos tienen de la diversidad religiosa no se sale ni un milímetro del más estricto monoteísmo, por lo que solo a cristianos, musulmanes y judíos, las “Tres Grandes Religiones”, se les da la oportunidad de hablar. Que también tiene bemoles que el judaísmo, practicado por poco más de diez millones de personas, esté considerado una “Gran Religión” y del hinduismo, con más de mil millones de fieles, nunca hable nadie. Me diréis que es probable que no vivan muchos hinduistas en España, pero tampoco hay aquí muchos judíos. Pero bueno, Televisión Española es así, "Del Libro".
El caso es que en estos tiempos de terrorismo islámico todos ellos están empecinados en demostrar lo pacíficas que son sus religiones. Yo no digo ni sí, ni no, pero recordaría a los judíos el Deuteronomio 7: 1.2 “… no dejarás con vida a ninguna persona. Los destruirás completamente como Jehovah tu Dios te ha mandado”; a los musulmanes la Sura 9, Aleya 5 “...matad a todos los idólatras dondequiera les halléis, capturadles, cercadles y tendedles emboscadas en todo lugar...”; y a los cristianos la famosa frase de Arnaldo Amalric, legado papal en la Cruzada contra los albigenses, durante la sangrienta toma de Beziers: “Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”. Reconozco que la mayoría de los cristianos, musulmanes y judíos (y también los hinduistas, budistas, sintoístas etc.…) serán seguramente gente pacífica, pero no olvido que sus textos sagrados justifican la muerte y persecución del otro, del que no piensa igual.
Por suerte, antes de apagar la tele, he tenido la oportunidad de escuchar a Andrés Herzog decir que “La democracia se ejercita practicándola” (¡Perogrullo resurrexit! ¡Vere resurrexit!) , que siempre es bueno aprender algo nuevo. Además he sabido que la española Mireia Lalaguna ha sido elegida Miss Universo. Pues venga, todos contentos.
Lo que se dice un día rico en experiencias.
“Accessories Buyer - Barcelona - Spanish Speaking”
“Store Manager - Luxury Italian Brand – Valencia”
“Electrical & Avionic Service Engineer (elav) – Netherlands”
No diré que Piélagos sea un municipio de mala muerte, que luego me llaman desarraigado, pero pretender que incluye Barcelona, Valencia y Netherlands me parece algo presuntuoso, por decir lo mínimo. Claro que podría ser que algún político avispado haya incluido Piélagos en los Països Catalans y yo, con esa manía que tengo de no ver los telediarios, no me hubiese enterado del asunto. A lo de Netherlands no le encuentro explicación. Nunca he escuchado a los independentistas catalanes reclamar Holanda como territorio histórico, aunque lo mismo ahora resulta que los famosos Tercios de Flandes eran todos de Castelldefels. Ya puestos a catalanizar a Santa Teresa y a Colón ¿porqué no a los tercios? Otra explicación sería que el portal de empleo ofrezca trabajos no en Piélagos sino en piélagos, que según la RAE es “parte del mar, que dista mucho de la tierra”. De ser así me pregunto qué coños pintan un “Accessories Buyer” y un “Store Manager Luxury Italian Brand” en una plataforma petrolífera o en un arrastrero del mar de Alborán.
Indudablemente el asunto es confuso y tratar de aclararlo me ha llevado buena parte de la mañana, sin éxito.
Después he ido a votar y a comprar el pan lo que, si se me permite, me parece una encantadora analogía del famoso refrán “A Dios rogando y con el mazo dando”.
También he dedicado un poco de tiempo a la televisión. Todos los domingos por la mañana “La Dos” de Televisión Española concede unos minutos a diversas confesiones religiosas para que se promocionen como mejor les parezca. La idea que los directivos de La Dos tienen de la diversidad religiosa no se sale ni un milímetro del más estricto monoteísmo, por lo que solo a cristianos, musulmanes y judíos, las “Tres Grandes Religiones”, se les da la oportunidad de hablar. Que también tiene bemoles que el judaísmo, practicado por poco más de diez millones de personas, esté considerado una “Gran Religión” y del hinduismo, con más de mil millones de fieles, nunca hable nadie. Me diréis que es probable que no vivan muchos hinduistas en España, pero tampoco hay aquí muchos judíos. Pero bueno, Televisión Española es así, "Del Libro".
El caso es que en estos tiempos de terrorismo islámico todos ellos están empecinados en demostrar lo pacíficas que son sus religiones. Yo no digo ni sí, ni no, pero recordaría a los judíos el Deuteronomio 7: 1.2 “… no dejarás con vida a ninguna persona. Los destruirás completamente como Jehovah tu Dios te ha mandado”; a los musulmanes la Sura 9, Aleya 5 “...matad a todos los idólatras dondequiera les halléis, capturadles, cercadles y tendedles emboscadas en todo lugar...”; y a los cristianos la famosa frase de Arnaldo Amalric, legado papal en la Cruzada contra los albigenses, durante la sangrienta toma de Beziers: “Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos”. Reconozco que la mayoría de los cristianos, musulmanes y judíos (y también los hinduistas, budistas, sintoístas etc.…) serán seguramente gente pacífica, pero no olvido que sus textos sagrados justifican la muerte y persecución del otro, del que no piensa igual.
Por suerte, antes de apagar la tele, he tenido la oportunidad de escuchar a Andrés Herzog decir que “La democracia se ejercita practicándola” (¡Perogrullo resurrexit! ¡Vere resurrexit!) , que siempre es bueno aprender algo nuevo. Además he sabido que la española Mireia Lalaguna ha sido elegida Miss Universo. Pues venga, todos contentos.
Lo que se dice un día rico en experiencias.
viernes, 11 de diciembre de 2015
SIN PRISAS
Con una cuenta corriente tan magra como la mía, las visitas al banco son bastante poco frecuentes. Muy al contrario, siempre que tengo que pasar por delante lo hago de puntillas, a lo furtivo, no vaya a ser que salgan a decirme que debo algo. No obstante a veces tengo que acercarme a hacer alguna gestión y siempre me da una pereza horrorosa. Resulta que mi banco, en vez de dedicarse a estafar a sus clientes con preferentes o cosas así, que sería lo suyo, se ha especializado en que siempre haya unas filas impresionantes de gente esperando. Normalmente las colas se deben a que atienden con una lentitud exasperante, pero si por alguna extraña circunstancia la cosa va más ligera, rápidamente se van dos a tomar café para que la fila se mantenga en las dimensiones adecuadas. Pero no hay regla sin excepción y resulta, mirá vos, que cuando entré ayer había dos personas a disposición del público; una de ellas atendiendo a una Sra., pero la otra libre. Ya estaba yo relamiéndome del gustito de no tener que pasar allí más de diez minutos, cuando me vino el primer mazazo: a la cajera que estaba libre se le había “parado la máquina”. Como no mostraba ninguno de los clásicos síntomas de infarto, deduje enseguida que la máquina a la que refería no era su corazón sino su terminal informática. Y así era. Bueno, al fin y al cabo solo tenía una Sra. delante; la cosa no podía alargarse demasiado. Pero la susodicha resultó ser una de esas que dicen “bueno, atiende a los demás, que ya vendré yo mañana”, para a continuación seguir a lo suyo sin moverse del sitio. Su problema eran tres cargos inexplicables en la tarjeta VISA, cargos que no podían ser porque “yo no tengo tarjeta y mi marido no la saca de la cartera”. Todo el mundo sabe, excepto aquella señora, que siempre que los maridos nunca sacan la VISA de la cartera, resulta que la sacan con muchísima frecuencia, pero yo no se lo dije porque no era cuestión añadir un problema doméstico al económico. La cajera, evidentemente inquieta por la alarmante ausencia de cola, le daba a la señora toda la bola que se le ocurría. Al rato se manifestó la cajera a la que se le había “parado la máquina”, en el sentido de que “ah, esto parece que vuelve a funcionar” para, acto seguido, ponerse a dar consejos a la señora de la VISA, que a esas alturas ya se había olvidado de los tres misteriosos cargos, encantada por toda la atención que estaba atrayendo.
Cuando ya tenía detrás a tres o cuatro personas, escuché las palabras mágicas, “el 80”, y me dirigí, muy optimista, al mostrador correspondiente. Pero resulta que poco después se marchó la Sra. VISA y fue sustituida por otra con la que, vaya por Dios, tenía pendiente mi cajera un asunto de 45 euros que no aparecían. Cinco minutos de confusas explicaciones más tarde, decidió que ya era tiempo de ¿atenderme? No, de charlar conmigo para contarme que el día anterior había perdido 45 euros, y que los había tenido que poner ella y que seguramente todo había sido por no prestar atención a lo que estaba haciendo. Yo esa explicación me la creí a pies juntillas. Al final conseguí hacer lo que tenía que hacer y dejé el Banco con su debida fila de diez o doce personas desesperadas.
Del banco fui a la carnicería en donde campaba por sus respetos una de esas señoras que tardan un cuarto de hora en decidir lo que se quieren llevar. Mientras lanzaba unas miradas como de rayos X a los productos expuestos, no dejaba de preguntar al carnicero “¿esta ternera está tierna?”, “¿Qué tal son los filetes?” y cosas así. Vamos a ver ¿Qué coños le va a contestar el carnicero? Pues que todo es muy bueno, naturalmente. Jamás de los jamases he oído yo a ninguno decir “pues mire Sra. los filetes no se los lleve porque se le van a partir los dientes” o “La verdad es que la ternera es una puta mierda”. Pero ellas siguen preguntando y preguntando. Por fin se decide y lanza una catarata de peticiones: callos, cordero, chuletillas… todo cosas que se tarda muchísimo en despachar; y cuando ya está todo empaquetado y en la bolsa, cuando ya tiene la cuenta hecha va y dice “¿Qué tal salen esos chorizos?”. Y como el carnicero no le dice que son una asquerosidad, que no lo son ni mucho menos y la Sra. lo sabe de sobra, pues pide que le pongan una ristra. Esto lo suelen hacer dos o tres veces.
De la carnicería al “Don Barato”, a comprar unas pilas. Allí me encontré con un señor que para decidir que molde de papel de aluminio llevarse, necesitaba más asesoramiento que para comprar un Maserati. Diez minutos de “pues creo que me llevare este”, “a cuanto me dijiste que salía aquel” y “¿este no será pequeño?”. Y la pobre dependienta, con cara de resignación, respondía pacientemente a todo para terminar haciendo una venta de un euro con cuarenta y cinco céntimos.
Siempre dicen que la gran ventaja de la vida de pueblo sobre la de la ciudad es la ausencia de prisas, pero no estoy yo muy seguro que sea necesariamente mejor para los nervios.
Cuando ya tenía detrás a tres o cuatro personas, escuché las palabras mágicas, “el 80”, y me dirigí, muy optimista, al mostrador correspondiente. Pero resulta que poco después se marchó la Sra. VISA y fue sustituida por otra con la que, vaya por Dios, tenía pendiente mi cajera un asunto de 45 euros que no aparecían. Cinco minutos de confusas explicaciones más tarde, decidió que ya era tiempo de ¿atenderme? No, de charlar conmigo para contarme que el día anterior había perdido 45 euros, y que los había tenido que poner ella y que seguramente todo había sido por no prestar atención a lo que estaba haciendo. Yo esa explicación me la creí a pies juntillas. Al final conseguí hacer lo que tenía que hacer y dejé el Banco con su debida fila de diez o doce personas desesperadas.
Del banco fui a la carnicería en donde campaba por sus respetos una de esas señoras que tardan un cuarto de hora en decidir lo que se quieren llevar. Mientras lanzaba unas miradas como de rayos X a los productos expuestos, no dejaba de preguntar al carnicero “¿esta ternera está tierna?”, “¿Qué tal son los filetes?” y cosas así. Vamos a ver ¿Qué coños le va a contestar el carnicero? Pues que todo es muy bueno, naturalmente. Jamás de los jamases he oído yo a ninguno decir “pues mire Sra. los filetes no se los lleve porque se le van a partir los dientes” o “La verdad es que la ternera es una puta mierda”. Pero ellas siguen preguntando y preguntando. Por fin se decide y lanza una catarata de peticiones: callos, cordero, chuletillas… todo cosas que se tarda muchísimo en despachar; y cuando ya está todo empaquetado y en la bolsa, cuando ya tiene la cuenta hecha va y dice “¿Qué tal salen esos chorizos?”. Y como el carnicero no le dice que son una asquerosidad, que no lo son ni mucho menos y la Sra. lo sabe de sobra, pues pide que le pongan una ristra. Esto lo suelen hacer dos o tres veces.
De la carnicería al “Don Barato”, a comprar unas pilas. Allí me encontré con un señor que para decidir que molde de papel de aluminio llevarse, necesitaba más asesoramiento que para comprar un Maserati. Diez minutos de “pues creo que me llevare este”, “a cuanto me dijiste que salía aquel” y “¿este no será pequeño?”. Y la pobre dependienta, con cara de resignación, respondía pacientemente a todo para terminar haciendo una venta de un euro con cuarenta y cinco céntimos.
Siempre dicen que la gran ventaja de la vida de pueblo sobre la de la ciudad es la ausencia de prisas, pero no estoy yo muy seguro que sea necesariamente mejor para los nervios.
jueves, 10 de diciembre de 2015
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miércoles, 9 de diciembre de 2015
CUENTO CHINO
Cuando yo era niño estaba convencido de que todos los chinos eran de la piel de Judas. No es que hubiese nacido con esa manía incorporada, es que todos los datos que me daban sobre los habitantes del Celeste Imperio eran para echarse a temblar. Mi madre, que siempre fue muy cinéfila, me contaba una y otra vez el miedo que pasaba cuando veía, allá por los años treinta, las películas de Fu-Manchú. Fu-Manchú era el mismísimo Peligro Amarillo hecho carne mortal, siempre conspirando contra los nobles y bueno ingleses para arrebatarles, así porque sí, el dominio del mundo entero, para ponerlo a los pies ¿de quién? De los chinos. A Fu-Manchú le perdía precisamente lo refinado de su crueldad oriental. Cada vez que secuestraba al buen padre de la chica, o a la misma chica en si, cosa que ocurría dos o tres veces por película, inventaba unos artilugios tan sofisticados para matarles, unos métodos tan retorcidos y exquisitos, que siempre le daba al chico tiempo más que de sobra para rescatarles. Con esa negra influencia incrustada en el alma me llevaron mis padres al cine “Capitol” a ver “55 días en Pekín”. La película narra las vicisitudes de unos diplomáticos occidentales sitiados en sus legaciones por una banda de desalmados rebeldes Bóxer, que tenían la delirante pretensión de devolver China a los chinos, privando así a las potencias coloniales de su legítimo derecho al pillaje y saqueo que con tanta eficiencia y laboriosidad estaban llevando a cabo. Todos los diplomáticos eran buenos y nobles hasta decir basta, mientras que la emperatriz Tseu_Hi y su ministro el príncipe Tuan eran de una maldad, una doblez y una perfidia que ponía los pelos de punta. Eran de un chinesco que estremecía.
A la influencia del cine en mi percepción negativa de los chinos había que sumar la literaria. Yo tenía un libro de vidas de niños santos en la que esos mismos bóxer chinos asesinaban a venerables misioneros, junto con todos los niños que habían conseguido bautizar. Hasta a los simples catecúmenos mataban los muy bestias. Y lo hacían así como quien lava, sin remordimientos ni nada, adornando sus sangrientos desenfrenos con toda clase de espeluznantes tormentos y sacrilegios. El libro venía adornado con unas ilustraciones en blanco y negro de misioneros elevando a Dios sus beatíficos ojos, mientras un chino de aviesa mirada levantaba hacia él una espada con intenciones muy poco tranquilizadoras, al tiempo que sus compañeros se dedicaban, al fondo de la imagen, a estampanar a un niño, sin mirada beatífica en este caso, contra la esquina de una iglesia.
Sobre la China contemporánea, contemporánea de los años sesenta, me informaba a través de la edición española de Reader’s Digest, a la que mis padres estaba suscritos. La tendencia ultraconservadora del Reader’s Digest adornaba las barbaridades de la Revolución Cultural, ya de por si terroríficas, con los tintes más negros y dantescos concebibles. Con todo ese cargamento en la cabeza ¿cómo no iba yo a pensar que los chinos eran más malos que un dolor?
A pesar de mi corta edad yo pensé que había que hacer algo sobre el asunto. Mi primera profesora, la Srta. Nelly, tenía dos huchas encima de su mesa, una con forma de cabeza de negro y otra con cabeza de chino. Si echabas una peseta en la hucha, bautizaban a un negro o a un chino, a escoger, poniéndole tu nombre de pila. La tendencia en aquellos días era la de bautizar negritos, por el asunto de la descolonización de África y porque pillaban mucho más a mano, pero yo decidí que la perfidia de los chinos requería dedicar a ellos todo el esfuerzo posible. Además sabía por mi libro de vidas de niños santos que los Bóxer, con sus blasfemas tropelías, habían dejado mogollón de plazas de bautizado vacantes. De modo que cada vez que pillaba una peseta, la metía en la hucha para bautizar a un chino y curarle así, por el poder de Dios, de esa manía de ser tan malísimos que seguramente tenía origen en su bárbaro paganismo. Ya de mayor me ha dado por pensar si todo aquel asunto de los bautismos no sería una engañifa, porque yo desde luego bauticé chinos como para llenar la cuenca del río Amarillo, y hasta ahora nunca he oído hablar de ningún Emilio Txiao Ping, Emilio Chang o, que menos, un Emilio Lee. Pero luego me di cuenta que con lo prístinas y transparentes que han sido siempre las finanzas de La Iglesia, un desvió de fondos destinados a bautizar niños chinos a, pongamos por caso, una inversión de dudosa legalidad en el Banco Ambrosiano, resulta inconcebible.
Con el tiempo he aprendido a diversificar las tendencias de mis fuentes de información. Eso y la experiencia de los años me han llevado a replantearme el asunto de los chinos y sus malignidades, y puedo decir que, sin llegar a la chinofilia, había conseguido superar aquella tozuda chinofobia infantil. Digo “había” porque así estaba yo, tan ricamente deschinofobiazado, cuando hace unos días di por casualidad con el canal CCTV, el canal chino en español, y su programa “Ronda Artística”. Todas mis alarmas se dispararon y volvieron, tengo que decirlo, los viejos resquemores infantiles.
CCTV tiene algunas característica muy curiosas. Una de ellas es que el nombre del programa nunca tiene nada que ver con el programa en sí. Si anuncian “Arte culinario”, te encuentras con un programa de arqueología; el “Documental” siempre resulta ser una telenovela; si prometen “Así es China”, y aquí empiezan otra vez las astutas maniobras chinas para engañarnos, van y ponen un película de dibujos animados. Así no es China, que yo he visto documentales que eran documentales en los que se ve perfectamente que China no es de dibujos animados. Está claro que tratan de dar al mundo una falsa imagen de ingenuidad, para engañarnos y que nos confiemos. Pero bueno, cuando pone “Ronda Artística” siempre ponen “Ronda Artística”.
Al empezar el programa un rótulo no dice que: “En este programa les hemos preparado las canciones populares de China. Aquí ustedes pueden disfrutar de las melodías muy bonitas interpretadas por cantantes más populares en todo el País”. Todo mentira de arriba abajo. En un estudio decorado con lo que parece una mezcla de “La estrella de la muerte” y la discoteca de “Fiebre del sábado noche” aparece la Srta. Chen Ming cantando “Días y meses”. Cuando la Srta. Ming empieza a cantar, naturalmente en chino, la traducción va pareciendo en subtítulos y dice lo siguiente:
“Te pregunté sonriendo si has conocido el amor
“tu intención de disimular
“se parece al pelo teñido de negro.
“En tiempos prósperos y complicados
” ¿Quien no se siente solo?”
¿Qué sin Dios es ese? ¿Qué coño es eso del “pelo teñido de negro? ¿Qué está diciendo en realidad Chen Ming? Además la melodía no es “muy bonita” y yo no me creo ni harto de grifa que esa chica sea “más popular en todo el país” cantando esas mamarrachadas sin sentido. Y no va vestida de china ni nada, que parecía Karina teñida de negro (negro disimulo, probablemente). Y es de tener muy mala fe eso de prometerte a Madama Butterfly y endosarte el baúl de los recuerdos. Engaños.
Le sigue la Srta. Suolang Wangmu, que cantará “El camino celestial”. Suolang si parece que lleva lo que podría llamarse “traje tradicional”, aunque su vestido es clavadito a una jarapa que compré una vez en Portugal, de esas a franjas. La cabeza la lleva adornada con ristras y más ristras de turquesas, con un chirimbolo encima de la frente que tendrá seguramente un hermoso simbolismo, pero que parece talmente un chupete gigante. ¿Qué nos cuenta Suolang?:
“Al atardecer estoy en la montaña alta
“esperando que el ferrocarril llegue a mi pueblo.
“Los dragones suben y pasan por las montañas
“Trayendo salud y paz a la meseta”
Vamos a ver. Supongamos que existiesen los dragones, que es mentira ¿Qué ferroviario sensato iba a llevar su “ferrocarril” a un pueblo que está lleno de ellos, subiendo y bajando montañas? ¿Qué seguro cubriría eso? ¿A ton de qué esa absurda mezcolanza de ferrocarriles y dragones, de mitología e ingeniería? ¿Cuántos tripis se ha metido la Suolang mientras esperaba el tren? Engaños y manipulaciones.
Así hasta ocho actuaciones llenas de “los gansos vuelan al norte”, “la pradera está melancólica” y “la fuente habla con pureza”, todas ellas cantadas con empalagoso romanticismo. ¿Qué pandilla de criminales artísticos compone las canciones de esta gente? ¿Por qué lanzan los chinos a las ondas esa bomba de relojería estética? Podéis estar seguros de que alguna astucia se esconde detrás de esto.
Yo, después de “Ronda Artística”, pienso volver a leer las vidas de los niños santos y las novelas de Fu-Manchú.
A la influencia del cine en mi percepción negativa de los chinos había que sumar la literaria. Yo tenía un libro de vidas de niños santos en la que esos mismos bóxer chinos asesinaban a venerables misioneros, junto con todos los niños que habían conseguido bautizar. Hasta a los simples catecúmenos mataban los muy bestias. Y lo hacían así como quien lava, sin remordimientos ni nada, adornando sus sangrientos desenfrenos con toda clase de espeluznantes tormentos y sacrilegios. El libro venía adornado con unas ilustraciones en blanco y negro de misioneros elevando a Dios sus beatíficos ojos, mientras un chino de aviesa mirada levantaba hacia él una espada con intenciones muy poco tranquilizadoras, al tiempo que sus compañeros se dedicaban, al fondo de la imagen, a estampanar a un niño, sin mirada beatífica en este caso, contra la esquina de una iglesia.
Sobre la China contemporánea, contemporánea de los años sesenta, me informaba a través de la edición española de Reader’s Digest, a la que mis padres estaba suscritos. La tendencia ultraconservadora del Reader’s Digest adornaba las barbaridades de la Revolución Cultural, ya de por si terroríficas, con los tintes más negros y dantescos concebibles. Con todo ese cargamento en la cabeza ¿cómo no iba yo a pensar que los chinos eran más malos que un dolor?
A pesar de mi corta edad yo pensé que había que hacer algo sobre el asunto. Mi primera profesora, la Srta. Nelly, tenía dos huchas encima de su mesa, una con forma de cabeza de negro y otra con cabeza de chino. Si echabas una peseta en la hucha, bautizaban a un negro o a un chino, a escoger, poniéndole tu nombre de pila. La tendencia en aquellos días era la de bautizar negritos, por el asunto de la descolonización de África y porque pillaban mucho más a mano, pero yo decidí que la perfidia de los chinos requería dedicar a ellos todo el esfuerzo posible. Además sabía por mi libro de vidas de niños santos que los Bóxer, con sus blasfemas tropelías, habían dejado mogollón de plazas de bautizado vacantes. De modo que cada vez que pillaba una peseta, la metía en la hucha para bautizar a un chino y curarle así, por el poder de Dios, de esa manía de ser tan malísimos que seguramente tenía origen en su bárbaro paganismo. Ya de mayor me ha dado por pensar si todo aquel asunto de los bautismos no sería una engañifa, porque yo desde luego bauticé chinos como para llenar la cuenca del río Amarillo, y hasta ahora nunca he oído hablar de ningún Emilio Txiao Ping, Emilio Chang o, que menos, un Emilio Lee. Pero luego me di cuenta que con lo prístinas y transparentes que han sido siempre las finanzas de La Iglesia, un desvió de fondos destinados a bautizar niños chinos a, pongamos por caso, una inversión de dudosa legalidad en el Banco Ambrosiano, resulta inconcebible.
Con el tiempo he aprendido a diversificar las tendencias de mis fuentes de información. Eso y la experiencia de los años me han llevado a replantearme el asunto de los chinos y sus malignidades, y puedo decir que, sin llegar a la chinofilia, había conseguido superar aquella tozuda chinofobia infantil. Digo “había” porque así estaba yo, tan ricamente deschinofobiazado, cuando hace unos días di por casualidad con el canal CCTV, el canal chino en español, y su programa “Ronda Artística”. Todas mis alarmas se dispararon y volvieron, tengo que decirlo, los viejos resquemores infantiles.
CCTV tiene algunas característica muy curiosas. Una de ellas es que el nombre del programa nunca tiene nada que ver con el programa en sí. Si anuncian “Arte culinario”, te encuentras con un programa de arqueología; el “Documental” siempre resulta ser una telenovela; si prometen “Así es China”, y aquí empiezan otra vez las astutas maniobras chinas para engañarnos, van y ponen un película de dibujos animados. Así no es China, que yo he visto documentales que eran documentales en los que se ve perfectamente que China no es de dibujos animados. Está claro que tratan de dar al mundo una falsa imagen de ingenuidad, para engañarnos y que nos confiemos. Pero bueno, cuando pone “Ronda Artística” siempre ponen “Ronda Artística”.
Al empezar el programa un rótulo no dice que: “En este programa les hemos preparado las canciones populares de China. Aquí ustedes pueden disfrutar de las melodías muy bonitas interpretadas por cantantes más populares en todo el País”. Todo mentira de arriba abajo. En un estudio decorado con lo que parece una mezcla de “La estrella de la muerte” y la discoteca de “Fiebre del sábado noche” aparece la Srta. Chen Ming cantando “Días y meses”. Cuando la Srta. Ming empieza a cantar, naturalmente en chino, la traducción va pareciendo en subtítulos y dice lo siguiente:
“Te pregunté sonriendo si has conocido el amor
“tu intención de disimular
“se parece al pelo teñido de negro.
“En tiempos prósperos y complicados
” ¿Quien no se siente solo?”
¿Qué sin Dios es ese? ¿Qué coño es eso del “pelo teñido de negro? ¿Qué está diciendo en realidad Chen Ming? Además la melodía no es “muy bonita” y yo no me creo ni harto de grifa que esa chica sea “más popular en todo el país” cantando esas mamarrachadas sin sentido. Y no va vestida de china ni nada, que parecía Karina teñida de negro (negro disimulo, probablemente). Y es de tener muy mala fe eso de prometerte a Madama Butterfly y endosarte el baúl de los recuerdos. Engaños.
Le sigue la Srta. Suolang Wangmu, que cantará “El camino celestial”. Suolang si parece que lleva lo que podría llamarse “traje tradicional”, aunque su vestido es clavadito a una jarapa que compré una vez en Portugal, de esas a franjas. La cabeza la lleva adornada con ristras y más ristras de turquesas, con un chirimbolo encima de la frente que tendrá seguramente un hermoso simbolismo, pero que parece talmente un chupete gigante. ¿Qué nos cuenta Suolang?:
“Al atardecer estoy en la montaña alta
“esperando que el ferrocarril llegue a mi pueblo.
“Los dragones suben y pasan por las montañas
“Trayendo salud y paz a la meseta”
Vamos a ver. Supongamos que existiesen los dragones, que es mentira ¿Qué ferroviario sensato iba a llevar su “ferrocarril” a un pueblo que está lleno de ellos, subiendo y bajando montañas? ¿Qué seguro cubriría eso? ¿A ton de qué esa absurda mezcolanza de ferrocarriles y dragones, de mitología e ingeniería? ¿Cuántos tripis se ha metido la Suolang mientras esperaba el tren? Engaños y manipulaciones.
Así hasta ocho actuaciones llenas de “los gansos vuelan al norte”, “la pradera está melancólica” y “la fuente habla con pureza”, todas ellas cantadas con empalagoso romanticismo. ¿Qué pandilla de criminales artísticos compone las canciones de esta gente? ¿Por qué lanzan los chinos a las ondas esa bomba de relojería estética? Podéis estar seguros de que alguna astucia se esconde detrás de esto.
Yo, después de “Ronda Artística”, pienso volver a leer las vidas de los niños santos y las novelas de Fu-Manchú.
martes, 8 de diciembre de 2015
COMO PUTA POR RASTROJO
Hace tiempo que comprendí que la mayoría de las cosas que me enseñaron mis padres resultan poco prácticas en nuestro mundo moderno, pero, como las que sirven ahora no suelen gustarme, yo sigo aferrado a ellas. De ellos aprendí dos cosas sobre la elegancia: que es algo que va de dentro a fuera (“aunque la mona se vista de seda, mona se queda”) y que más importante que vestir bien es vestir apropiadamente. Por eso no me ha gustado ver a Pablo Iglesias asistir a los actos conmemorativos de la constitución en pantalón y camisa. Me doy cuenta de que su imagen se resentiría mucho, mucho más si cabe, si hubiese asistido de traje y corbata y no le pediría yo tanto. Pero ¿una simple americana? Ese asistir a un acto institucional vestido como para ir de cañas ¿qué significado tiene? ¿Que es el más progre? ¿Que él no es “de la casta”? Si es así tal vez convendría recordarle otro refrán: “el hábito no hace al monje”.
Me ha parecido también bastante absurda la actitud de Alberto Garzón, a quien no obstante considero mucho más honesto que a Iglesias y sus estrategias camaleónicas. Asistir a un acto para decir que no se asiste es indudablemente original, hasta diría que inédito, pero recuerda demasiado a una pataleta infantil para tomarlo en serio: “vengo solo para deciros que no os “ajunto”, que lo sepáis.
Sé de sobra que el respeto a las instituciones no se lleva y que a quienes lo defendemos, lo sé por experiencia, se nos cataloga automáticamente de carcamales, pero defenderlas no significa aferrarse a ellas. Esté yo o no de acuerdo, es legítimo el deseo, y la intención, de cambiar la constitución y las instituciones, pero sentando el principio de que lo que no me gusta, no lo acepto ¿Qué ocurrirá con las nuevas instituciones? ¿Qué con la nueva constitución? ¿Habrá que respetarlas o habrá que tomarlas a cachondeo porque “no me gustan”? ¿Ese descamisamiento y ese “no os ajunto” son los grandes signos de cambio que nos ofrece la izquierda? Pues apañados vamos, porque así tenemos derecha para rato (y para Rato).
Claro que estamos en plena campaña electoral y hay que cuidar la imagen. Yo soy de los que creen que una palabra vale más que mil imágenes, pero eso ahora no mola. La nueva onda es hacerse ver de todas las formas posibles. Estos días es imposible poner la tele y no ver a algún candidato actuando un ratito como si fuesen gente normal y corriente ¿Qué coño me importa saber si Rajoy sabe jugar al futbolín? Por cierto que hay que estar muy mal asesorado para pretender dar imagen de persona normal y corriente poniéndose a jugar al futbolín precisamente con Bertín Osborne, que es muy majo y muy campechano pero al estilo de los antiguos señoritos andaluces. La casta y la caspa.
En esta campaña es evidente que los políticos han visto la piscina de la imagen y se han zambullido en ella más contentos que unas castañuelas, porque la imagen es virtual y muy fácilmente manipulable; y los periodistas jaleándoles porque a más imagen, más carnaza. A más futbolines, menor nivel. Nunca como ahora ha sido tan descarnado el comercio de los votos. Y mientras tanto, mienten todos con más descaro que nunca. El PP está convencido de que lo bueno es el inmovilismo, pero lo llama estabilidad; Ciudadanos representa el ultraliberalismo tradicional, pero lo llama regeneración; Izquierda Unida cree en la revolución, pero lo llama cambio de constitución; el PSOE ya no se sabe lo que cree y Podemos cree en todo aquello que le vayan diciendo los sondeos de opinión.
Y nosotros a lo nuestro, a no poder pagar la hipoteca, a no llegar a final de mes, sin poder pagar las actividades extraescolares de los niños. Eso en los mejores casos, que en los peores no se puede ni comprar comida para ellos. ¿Cómo tiene los santos huevos de decir que España va mejor mientras hay niños que pasan hambre? En vez de aburrirnos con historietas sobre su vida privada, que no debería importarnos un pimiento, lo que debería hacer los políticos es darse una vuelta por las nuestras. Así verían que mientras ellos ven Juego de Tronos o leen el “Marca” a la hora del desayuno, nosotros seguimos como siempre, como puta por rastrojo.
Me ha parecido también bastante absurda la actitud de Alberto Garzón, a quien no obstante considero mucho más honesto que a Iglesias y sus estrategias camaleónicas. Asistir a un acto para decir que no se asiste es indudablemente original, hasta diría que inédito, pero recuerda demasiado a una pataleta infantil para tomarlo en serio: “vengo solo para deciros que no os “ajunto”, que lo sepáis.
Sé de sobra que el respeto a las instituciones no se lleva y que a quienes lo defendemos, lo sé por experiencia, se nos cataloga automáticamente de carcamales, pero defenderlas no significa aferrarse a ellas. Esté yo o no de acuerdo, es legítimo el deseo, y la intención, de cambiar la constitución y las instituciones, pero sentando el principio de que lo que no me gusta, no lo acepto ¿Qué ocurrirá con las nuevas instituciones? ¿Qué con la nueva constitución? ¿Habrá que respetarlas o habrá que tomarlas a cachondeo porque “no me gustan”? ¿Ese descamisamiento y ese “no os ajunto” son los grandes signos de cambio que nos ofrece la izquierda? Pues apañados vamos, porque así tenemos derecha para rato (y para Rato).
Claro que estamos en plena campaña electoral y hay que cuidar la imagen. Yo soy de los que creen que una palabra vale más que mil imágenes, pero eso ahora no mola. La nueva onda es hacerse ver de todas las formas posibles. Estos días es imposible poner la tele y no ver a algún candidato actuando un ratito como si fuesen gente normal y corriente ¿Qué coño me importa saber si Rajoy sabe jugar al futbolín? Por cierto que hay que estar muy mal asesorado para pretender dar imagen de persona normal y corriente poniéndose a jugar al futbolín precisamente con Bertín Osborne, que es muy majo y muy campechano pero al estilo de los antiguos señoritos andaluces. La casta y la caspa.
En esta campaña es evidente que los políticos han visto la piscina de la imagen y se han zambullido en ella más contentos que unas castañuelas, porque la imagen es virtual y muy fácilmente manipulable; y los periodistas jaleándoles porque a más imagen, más carnaza. A más futbolines, menor nivel. Nunca como ahora ha sido tan descarnado el comercio de los votos. Y mientras tanto, mienten todos con más descaro que nunca. El PP está convencido de que lo bueno es el inmovilismo, pero lo llama estabilidad; Ciudadanos representa el ultraliberalismo tradicional, pero lo llama regeneración; Izquierda Unida cree en la revolución, pero lo llama cambio de constitución; el PSOE ya no se sabe lo que cree y Podemos cree en todo aquello que le vayan diciendo los sondeos de opinión.
Y nosotros a lo nuestro, a no poder pagar la hipoteca, a no llegar a final de mes, sin poder pagar las actividades extraescolares de los niños. Eso en los mejores casos, que en los peores no se puede ni comprar comida para ellos. ¿Cómo tiene los santos huevos de decir que España va mejor mientras hay niños que pasan hambre? En vez de aburrirnos con historietas sobre su vida privada, que no debería importarnos un pimiento, lo que debería hacer los políticos es darse una vuelta por las nuestras. Así verían que mientras ellos ven Juego de Tronos o leen el “Marca” a la hora del desayuno, nosotros seguimos como siempre, como puta por rastrojo.
viernes, 4 de diciembre de 2015
TIRO AL NEGRO
No se me van de la cabeza esos diez policías americanos, armados hasta los dientes, acosados hasta temer por su vida por ese terrorífico hombre negro armado con un cuchillo de cocina. Yo imagino que los policías americanos se ven enfrentados, un día sí y otro también, a situaciones terroríficas y espeluznantes, pero nadie puede estar preparado para algo tan amedrentador como enfrentarse a un negro con un cuchillo de cocina. Mira que los policías americanos son unos hombretones y unas mujeronas como armarios de tres cuerpos, y son valerosos, arrojados y de nobles sentimientos, que lo he visto yo en las series de TV, pero, claro, es que eran solamente diez y el negro tenía un cuchillo. Y un cuchillo americano por añadidura, porque si llega a ser como los que me regalaron en La Caixa no hubiese existido riesgo alguno de cortarse. Pero no, el cuchillo era americano y el hombre era indudablemente negro. Yo he visto el vídeo de esa ejecución, uy, perdón, de esa brillante operación policial y da la sensación de que el hombre está algo bebido, con lo que al riesgo de ser negro y tener un cuchillo de cocina se añade el de la bravuconería loca que proporciona el alcohol. ¿Qué opción les quedaba a los diez policías aparte de descerrajarle unas cuantas decenas de tiros? En mi opinión, ninguna.
Si esos diez policías se hubiesen encontrado con un hombre blanco cargado con sus pistolones recién comprados legalmente, pues no habría pasado nada. En EEUUAA es un crimen de lesa majestad comprarse un paquete de cigarrillos; y en esos paquetes te dejan bien clarito que EL TABACO MATA, pero armas puedes comprar las que se te pongan en los cataplines sin sufrir rechazo social y sin advertencia ni nada. Ante un hombre blanco ejerciendo su derecho constitucional, los diez policías se hubiesen marchado a comer un donut tan ricamente y todos contentos. Para eso está la Segunda Enmienda. Convendría decir que esta enmienda fue aprobada en 1791 y que la que concedía el voto a los hombres de todas las razas, enmienda decimo quinta, no lo fue hasta 1870; y que hasta 1965 el voto de los negros no estuvo garantizado por la ley. Lo digo porque quizás entendamos mejor a ese gran país si conocemos su escala de prioridades. Pero el caso es que el hombre era negro y su derecho a tener un cuchillo de cocina en la mano no está protegido, según parece, por ninguna enmienda constitucional.
Ahora seguro que salen la Susan Sarandon y su pandilla de izquierdistas antiamericanos a hablar de brutalidad policial y zarandajas de esas, sin tener en cuenta que “las autoridades aseguran que emplearon otros métodos coercitivos antes de abrir fuego”. Yo en el vídeo no he visto ni rastro de esos “métodos coercitivos” previos, pero lo mismo le dijeron al pobre señor “mira negro que te la vas a ganar”, o alguna cosa parecida, y el señor no hizo caso. Pero si las autoridades dicen que a los policías no les quedó más remedio, es que no les quedó más remedio. Sería absurdo pensar que en un país en el que la policía se ve forzada a matar negros cada dos o tres semanas, algunos de ellos en actitudes tan amenazadoras como tumbarse en el suelo con las manos en la espalda, que hay que ser animal, se dedicasen a inventar explicaciones. No señor. Es evidente que los policías de EEUUAA están siendo acosados sin tregua por una panda de gente de color que, tras su aparente inocencia, les amenazan tan peligrosamente y de una manera tan perversa y sutil que solo la propia policía, que son los que saben de esas cosas, es capaz de percibirlo. Son cosas que los europeos, tan atontados como estamos por los derechos humanos y demás bobadas liberales, no somos capaces de ver.
Si de verdad fuese una buena patriota, lo que tenía que hacer Susan Sarandon es preocuparse de las terribles secuelas psicológicas que van a padecer esos diez hombres, esos diez héroes, tras haberse visto sometidos al terror pánico de enfrentarse a un negro tambaleante con un cuchillo de cocina. Pero claro, de eso no se preocupa nadie.
¡Ay, si Charles Lynch levantará la cabeza!
jueves, 3 de diciembre de 2015
TU A CHICAGO Y YO A CASTILLEJA
No sé por qué se escandaliza tanto la gente con el caso de la concejala de Castilleja de la Cuesta. La buena señora se presentaría a concejala con toda su mejor voluntad, deseando trabajar como una negra por el bienestar de sus conciudadanos y el progreso de su pueblo y ahora resulta que no le quieren pagar unos billetes de avión de nada. Yo la vi ayer en televisión contando que está muy preparada y que tiene tres carreras, mientras se apartaba el flequillo de la cara una y otra vez al más puro estilo de Carmina Ordoñez. La muchacha ha sido Mis Sevilla, toda ella rizos y faralaes, por lo que sabe de asuntos de belleza; al perder el concurso de Miss España organizó el correspondiente escándalo, lanzando acusaciones de fraude a diestro y siniestro. Nunca pudo demostrar lo que decía, pero lo que importa es que es luchadora. Sorprenderse de que haya fraude en las elecciones de las “misses” le da un encantador toque de ingenuidad, debidamente compensado por ese darse cuenta solo cuando pierde que denota tantísimo sentido práctico. Se sabe que estuvo implicada en la famosa “Operación Polvorón”, aquel asunto de toreros, puticlubs y fiestorros por todo lo alto, y por todos los bajos según dicen, que tanta carnaza proporcionó a la prensa del corazón en su momento, por lo que no sería arriesgado decir que la mujer “sabe de la vida”. Finalmente aparecer en todos los medios de comunicación, y salir desnuda en la portada de “Interviú” a tan pocos días de las elecciones, es prueba evidente de su sentido de la oportunidad y su habilidad para estar siempre “en el candelabro”. Muy pocos concejales en España pueden presumir de un curriculum tan completo. De hecho muy pocos pueden presumir de algún curriculum. Si ahora resulta que la pobre se ha tenido que ir a vivir a Chicago, me parece natural que quiera que le paguen un billete de avión todos los meses, ella lo vale. Resulta muy cicatero por parte de la corporación municipal de Castilleja negarle algo que, comparado con todo lo que ella puede aportar, no es más que una minucia. Todas las semanas se lo pagaría yo. Se lo pagaría todos los días, pero por desgracia no le daría tiempo. Yo estoy pensando en seguir su ejemplo.
Naturalmente no me refiero a salir desnudo en la portada de “Interviú”, porque yo desnudo pierdo mucho y he echado una barriga que no cabría ni en las páginas centrales. Me refiero a lo de los viajes. Una amiga me ha propuesto que nos presentemos de concejales en Punta del Este y, una vez elegidos, exigir que nos paguen el billete para tomar posesión de nuestra concejalía, pero yo a ese plan le veo lagunas. No me parece improbable que los electores de Punta del Este, que por lo visto es el sitio mas megapijo de todo Sudamerica, sospechasen motivos mercenarios en nuestra candidatura, que los pijos son muy susceptibles; y desde el punto de vista de la ética, agenciarnos unas vacaciones gratis a costa de los contribuyentes Uruguayos, así porque si, no me parece correcto. No, yo alegaría motivos familiares, que siempre parecen más serios.
La mayor parte de mi familia vive en España. Más o menos lejos de Santander, pero en España. Es verdad que algunas veces pienso que mi sobrina está tranquilamente en Toledo comprando mazapanes, cuando resulta que está en Kostromá a punto de perder el Transiberiano; puede ocurrir que mi sobrino esté actuando en Shangai cuando yo le supongo grabando en Madrid, pero viven en España y no necesito presentarme a concejal para poder verlos. Pero dos de ellos están fuera. Mi sobrina Carmen nos dijo que se marchaba un año a estudiar a Hungría. Será verdad, pero cada vez que pregunto por ella a sus padres resulta que está de fin de semana en Viena, o pasando cuatro días en Bratislava, o conociendo Praga, lugares todos ellos que no estaban en Hungría cuando yo estudiaba geografía. Lo de estudiar también me lo creo y no me hace dudar de ello el hecho de que cada diez minutos vea en facebook una foto de ella en algún jolgorio. Quizás la chiquilla se explicó mal y, cuando nos dijo que se marchaba a estudiar a Hungría, lo que quería decir en realidad es que se iba de “Erasmus” al Imperio Austro-Húngaro. La cuestión es que yo podría presentarme a concejal en Budapest, exigir mi correspondiente billete y acercarme a verla todos los meses, pero es que en Hungría, con ese gobierno que tiene, tan de la derechona que está dejando en puras bragas a la mismísima regencia del almirante Horthy, la cosa da un poco de miedo. Luego está esa manía que tienen los húngaros de ponerle paprika hasta al café con leche, que te destroza el estómago. No, Hungría no.
Raúl vive en San Francisco y eso ya me parece más factible. Si la concejala de Castilleja de la Cuesta ha pedido billetes a Chicago, pedirlos a San Francisco que está apenas un poco más allá no escandalizaría a nadie. Con mi manifiesta homosexualidad a cuestas, malo sería que no consiguiese hacerme con un nutrido grupo de votantes en el barrio de Castro. Por último, last but no least, en un país que ha llevado a la presidencia a Ronald Reagan y a los Bush, hacerse con una concejalía tiene que estar chupado. Sí, lo de San Francisco lo voy a intentar.
Me vendría muy bien poder hablar con Miss Carmen López, para que me diese consejo en este asunto, pero imagino que con tanto “Interviú” y tanta interviú la mujer no tendrá tiempo. En cualquier caso yo quiero darle las gracias porque su ejemplo me ha servido de inspiración. Y doy gracias también por haber nacido en esta España nuestra, cuna de políticos tan totalmente entregado al servicio que son capaces de recorrer 7000 km. todos los meses con tal de seguir trabajando por el pueblo. A Carmen le dijeron que la distancia es el olvido, pero ella no concibe esa razón. Olé.
Naturalmente no me refiero a salir desnudo en la portada de “Interviú”, porque yo desnudo pierdo mucho y he echado una barriga que no cabría ni en las páginas centrales. Me refiero a lo de los viajes. Una amiga me ha propuesto que nos presentemos de concejales en Punta del Este y, una vez elegidos, exigir que nos paguen el billete para tomar posesión de nuestra concejalía, pero yo a ese plan le veo lagunas. No me parece improbable que los electores de Punta del Este, que por lo visto es el sitio mas megapijo de todo Sudamerica, sospechasen motivos mercenarios en nuestra candidatura, que los pijos son muy susceptibles; y desde el punto de vista de la ética, agenciarnos unas vacaciones gratis a costa de los contribuyentes Uruguayos, así porque si, no me parece correcto. No, yo alegaría motivos familiares, que siempre parecen más serios.
La mayor parte de mi familia vive en España. Más o menos lejos de Santander, pero en España. Es verdad que algunas veces pienso que mi sobrina está tranquilamente en Toledo comprando mazapanes, cuando resulta que está en Kostromá a punto de perder el Transiberiano; puede ocurrir que mi sobrino esté actuando en Shangai cuando yo le supongo grabando en Madrid, pero viven en España y no necesito presentarme a concejal para poder verlos. Pero dos de ellos están fuera. Mi sobrina Carmen nos dijo que se marchaba un año a estudiar a Hungría. Será verdad, pero cada vez que pregunto por ella a sus padres resulta que está de fin de semana en Viena, o pasando cuatro días en Bratislava, o conociendo Praga, lugares todos ellos que no estaban en Hungría cuando yo estudiaba geografía. Lo de estudiar también me lo creo y no me hace dudar de ello el hecho de que cada diez minutos vea en facebook una foto de ella en algún jolgorio. Quizás la chiquilla se explicó mal y, cuando nos dijo que se marchaba a estudiar a Hungría, lo que quería decir en realidad es que se iba de “Erasmus” al Imperio Austro-Húngaro. La cuestión es que yo podría presentarme a concejal en Budapest, exigir mi correspondiente billete y acercarme a verla todos los meses, pero es que en Hungría, con ese gobierno que tiene, tan de la derechona que está dejando en puras bragas a la mismísima regencia del almirante Horthy, la cosa da un poco de miedo. Luego está esa manía que tienen los húngaros de ponerle paprika hasta al café con leche, que te destroza el estómago. No, Hungría no.
Raúl vive en San Francisco y eso ya me parece más factible. Si la concejala de Castilleja de la Cuesta ha pedido billetes a Chicago, pedirlos a San Francisco que está apenas un poco más allá no escandalizaría a nadie. Con mi manifiesta homosexualidad a cuestas, malo sería que no consiguiese hacerme con un nutrido grupo de votantes en el barrio de Castro. Por último, last but no least, en un país que ha llevado a la presidencia a Ronald Reagan y a los Bush, hacerse con una concejalía tiene que estar chupado. Sí, lo de San Francisco lo voy a intentar.
Me vendría muy bien poder hablar con Miss Carmen López, para que me diese consejo en este asunto, pero imagino que con tanto “Interviú” y tanta interviú la mujer no tendrá tiempo. En cualquier caso yo quiero darle las gracias porque su ejemplo me ha servido de inspiración. Y doy gracias también por haber nacido en esta España nuestra, cuna de políticos tan totalmente entregado al servicio que son capaces de recorrer 7000 km. todos los meses con tal de seguir trabajando por el pueblo. A Carmen le dijeron que la distancia es el olvido, pero ella no concibe esa razón. Olé.
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