Hace tiempo que comprendí que la mayoría de las cosas que me enseñaron mis padres resultan poco prácticas en nuestro mundo moderno, pero, como las que sirven ahora no suelen gustarme, yo sigo aferrado a ellas. De ellos aprendí dos cosas sobre la elegancia: que es algo que va de dentro a fuera (“aunque la mona se vista de seda, mona se queda”) y que más importante que vestir bien es vestir apropiadamente. Por eso no me ha gustado ver a Pablo Iglesias asistir a los actos conmemorativos de la constitución en pantalón y camisa. Me doy cuenta de que su imagen se resentiría mucho, mucho más si cabe, si hubiese asistido de traje y corbata y no le pediría yo tanto. Pero ¿una simple americana? Ese asistir a un acto institucional vestido como para ir de cañas ¿qué significado tiene? ¿Que es el más progre? ¿Que él no es “de la casta”? Si es así tal vez convendría recordarle otro refrán: “el hábito no hace al monje”.
Me ha parecido también bastante absurda la actitud de Alberto Garzón, a quien no obstante considero mucho más honesto que a Iglesias y sus estrategias camaleónicas. Asistir a un acto para decir que no se asiste es indudablemente original, hasta diría que inédito, pero recuerda demasiado a una pataleta infantil para tomarlo en serio: “vengo solo para deciros que no os “ajunto”, que lo sepáis.
Sé de sobra que el respeto a las instituciones no se lleva y que a quienes lo defendemos, lo sé por experiencia, se nos cataloga automáticamente de carcamales, pero defenderlas no significa aferrarse a ellas. Esté yo o no de acuerdo, es legítimo el deseo, y la intención, de cambiar la constitución y las instituciones, pero sentando el principio de que lo que no me gusta, no lo acepto ¿Qué ocurrirá con las nuevas instituciones? ¿Qué con la nueva constitución? ¿Habrá que respetarlas o habrá que tomarlas a cachondeo porque “no me gustan”? ¿Ese descamisamiento y ese “no os ajunto” son los grandes signos de cambio que nos ofrece la izquierda? Pues apañados vamos, porque así tenemos derecha para rato (y para Rato).
Claro que estamos en plena campaña electoral y hay que cuidar la imagen. Yo soy de los que creen que una palabra vale más que mil imágenes, pero eso ahora no mola. La nueva onda es hacerse ver de todas las formas posibles. Estos días es imposible poner la tele y no ver a algún candidato actuando un ratito como si fuesen gente normal y corriente ¿Qué coño me importa saber si Rajoy sabe jugar al futbolín? Por cierto que hay que estar muy mal asesorado para pretender dar imagen de persona normal y corriente poniéndose a jugar al futbolín precisamente con Bertín Osborne, que es muy majo y muy campechano pero al estilo de los antiguos señoritos andaluces. La casta y la caspa.
En esta campaña es evidente que los políticos han visto la piscina de la imagen y se han zambullido en ella más contentos que unas castañuelas, porque la imagen es virtual y muy fácilmente manipulable; y los periodistas jaleándoles porque a más imagen, más carnaza. A más futbolines, menor nivel. Nunca como ahora ha sido tan descarnado el comercio de los votos. Y mientras tanto, mienten todos con más descaro que nunca. El PP está convencido de que lo bueno es el inmovilismo, pero lo llama estabilidad; Ciudadanos representa el ultraliberalismo tradicional, pero lo llama regeneración; Izquierda Unida cree en la revolución, pero lo llama cambio de constitución; el PSOE ya no se sabe lo que cree y Podemos cree en todo aquello que le vayan diciendo los sondeos de opinión.
Y nosotros a lo nuestro, a no poder pagar la hipoteca, a no llegar a final de mes, sin poder pagar las actividades extraescolares de los niños. Eso en los mejores casos, que en los peores no se puede ni comprar comida para ellos. ¿Cómo tiene los santos huevos de decir que España va mejor mientras hay niños que pasan hambre? En vez de aburrirnos con historietas sobre su vida privada, que no debería importarnos un pimiento, lo que debería hacer los políticos es darse una vuelta por las nuestras. Así verían que mientras ellos ven Juego de Tronos o leen el “Marca” a la hora del desayuno, nosotros seguimos como siempre, como puta por rastrojo.
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