domingo, 13 de marzo de 2016

ELOGIO DEL VICIO

A mí me gusta el pin piri rin pin pin de la bota empinar, pararan pan pan. No llego al extremo de pensar que a quien no le guste el vino es un animal, pan para ran pan pan, pero eso que se pierden. Si salgo a mediodía, me apetece una cerveza, un vino blanco o un Martini; por la tarde me gusta una cerveza o un gin-tonic, y por la noche un gin- tonic o un gin-tonic. Nunca bebo en casa, pero si salgo pimplo. No soy de esos que a las doce de la noche se toman un café, un botellín de agua o, vade retro, un zumo de frutas. Los Orígenes de esta afición mía al pimplamiento son sociales, culturales y familiares.

En Cantabria se hace mucha vida social en los bares y toda la vida se ha salido “a tomar el blanco”, si puede ser acompañado de unas buenas rabas, mucho mejor. También se suele decir “a tomar el vermú”, pero lo que desde luego no se dice es “a tomar la cerveza sin alcohol”, “a tomar el zumo de piña” ni cualquier otra bobada por el estilo. Se salía a pimplar un poco antes de comer y punto. La primera borrachera solía pillarse alrededor de los catorce o quince años y estaba considerada una especie de rito de iniciación a la edad adulta. Los Massai, los Zulúes y demás tribus africanas van a cazar un león o cualquier otra bestia feroz para ser considerados adultos; en Cantabria íbamos a pillar una buena kurda, lo que es sin lugar a dudas mucho menos épico, pero bastante menos arriesgado y, de no ser por la resaca, notablemente más cómodo.


En casa no era costumbre tomar alcohol en las comidas de diario, pero siempre aparecía en las celebraciones. Uno de mis recuerdos de infancia es la mesa del comedor, en casa de mis abuelos, con una montaña de copas en el centro sobre las que vertía mi tío Chiqui todo el champagne que podía. A los niños pequeños nos solían encasquetar sidra El Gaitero, aunque no era raro escuchar un “deja al niño que lo pruebe” cuando nos pillaban pimplando champagne. Se consideraba también muy aceptable que mojásemos una galleta de vainilla en una copa de moscatel, cuando venían visitas. Luego estaban los famosos ponches reconstituyentes. Yo era uno de esos repelentes niños a los que no les gusta nada más que la yema del huevo frito y a pesar de la estricta norma del comedor de mi casa (“hasta que lo termines no te levantas”), mis comidas debían ser lamentables. Para tratar de compensar los desequilibrios de mi dieta, de vez en cuando me enchufaban el famoso ponche, que consistía en una yema de huevo muy azucarada, leche caliente y un buen chorro de “Quina Santa Catalina”, o vino dulce “Sansón” en su defecto.


Se comprenderá con facilidad que, criado en ese ambiente, tomar alcohol me haya parecido siempre de lo más natural. No negaré el haber venido al mundo con una especial tendencia a la bebida. Solo digo que de haber nacido, por poner un ejemplo, en Arabia Saudita o algún otro áspero estado whabita, esa tendencia no hubiese tenido posibilidad de desarrollarse. Todos somos en gran parte reflejo de nuestro entorno y yo he crecido viendo como el cura, máximo exponente de las cosas “comme il faut” en aquella sociedad de entonces, se trasegaba todos los domingo su buena copa de vino. Si se me hubiese hecho entender en condiciones el misterio de la transubstantación quizás la cosa hubiera sido diferente, pero el catecismo me lo tuve que aprender de memoria, sin razonarlo ni nada, por lo que la consagración, que Dios me perdone, para mí no era más que una forma algo enrevesada de tomarse un chato.


Por si beber fuera poco, resulta que también fumo. No sé lo que ocurrirá en otros lugares, pero en esta Europa nuestra tan políticamente correcta, fumar se ha convertido en el vicio nefando. Imagino que esto habrá ocurrido con gran disgusto de la Iglesia, que tenía el apelativo asignado al asunto de la mariconería, que con tan hermosas hogueras adornó las plazas del continente con gran éxito de crítica y público. Es triste, pero todos debemos adaptarnos a los tiempos, nos guste o no. El caso es que fumar es delito de lesa humanidad. En esto, como en tantas otras cosas, el sacrosanto principio de los derechos colectivos está dejando los individuales tan famélicos que no creo que tarden mucho en desaparecer. No pretendo yo que sean las cosas como antes, que se podía fumar en cualquier sitio, pero de ahí a la franca y descarada persecución de la que ahora somos objeto los fumadores creo yo que hay un buen trecho. Hubo una temporada en que, en las películas de Hollywood, si alguien salía escuchando música clásica en una biblioteca, podías estar seguro de que era el malvado psicópata cruel y despiadado. Baste recordar a Hannibal Lecter y sus adoradas “Variaciones Goldberg”. Bueno, pues ahora pasa lo mismo, pero cambiando la cultura por la nicotina. Si hay alguien que fuma, fijo fijísimo que no es trigo limpio.

La caza del fumador no cesa. Como ya han conseguido que no podamos fumar en absolutamente ningún local cerrado,como si queremos fumar un cigarrillo debemos soportar frío y agua en las puertas de lo garitos, como, en definitiva, ya no nos pueden acusar de asesinos andantes y humeantes, resulta que el problema no es ya la salud del otro, sino la propia. Cualquier gilipollas se cree en el derecho, y la obligación, de decir que “te estás matando”. Malo es que te lo diga alguien con aspecto saludable, pero cuando te lo casca gente que rebosa colesterol a todas luces, a la impertinencia se une la incoherencia. El caso es que desde EEUU se nos dice que podemos estar gordos como cerdos, bien trufados de fast-food, que eso total no es tan malo, pero ¿fumar? Eso si que no.



El caso es que yo fumo y yo bebo, y a mucha honra. También me gusta leer, escribir, ver películas antiguas… No soy tan simple como para no darme cuenta que el paradigma de estos tiempos es Apolo, tan razonable y brillante. Bien, yo le doy a Apolo lo que es de Apolo, pero también le doy lo suyo a Dioniso. Reivindico EL Lado Oscuro como algo tan necesario como la luz; no como algo que existe, que se le va a hacer, sino como algo que existe porque así debe ser. Excepto Dios, todo es por contraste: bien, mal, luz, oscuridad, belleza, feadad… Y quien no lo tenga en cuenta estará ignorando una de sus dos mitades.

No están los tiempos para el triunfo de Baco. Todo los oscuro se niega o se esconde. La propia muerta ha pasado de ser un imperativo más de la vida, a la consideración casi, casi, de injusticia intolerable.Castigarse un poco el hígado y los pulmones es salirse de ese carril de positividad que terminará por ahogarnos porque, que no se nos olvide, solo existe verdadera armonía cuando se tiene todo en consideración. Horus y Seth, Apolo y Dioniso, Shiva y Kali. Hasta el cistianismo y demás monoteismos no han tenido más remedio que crear un Satanás que oponer a sus dioses infinitamente buenos. No es cuestión de ponerse a oficiar misas negras como locos, pero si seguimos desechando a Dioniso por sistema, acabará por cabrearse y devorarnos.

2 comentarios:

  1. Cambio cerveza por vino y por lo demás "yo también de eso": bebo, fumo, como lo que me da la gana, no hago deporte, leo, me gustan las pelis antiguas... en fin, que soy un peligro público. ¡Qué se le va a hacer! todo no van a ser virtudes, algún fallito tenía que tener.

    ResponderEliminar
  2. Qué par de "irreverentes" Me encantan

    ResponderEliminar