domingo, 3 de enero de 2016

VERDADES Y CERTEZAS

No recuerdo ahora quien dijo que por mucho que una tontería fuese repetida por diez millones de personas, seguiría siendo una tontería. La frase es ingeniosa y se ha usado hasta la saciedad, pero resulta que la afirmación es cierta solo a medias. Si la memez la suelta alguien a quien se le concede argumento de autoridad, la cosa cambia. Constantemente estamos aceptando como verdades inconmovibles afirmaciones que, a poco que nos paremos a pensar, resultan ser puras y simples invenciones. Lo único que hace falta es que lo digan “las personas que saben de eso”. En el campo de la arqueología y la historia esto es especialmente cierto.

Pongamos por caso la Gran Pirámide de Gizeh. Los egiptólogos nos dicen que fue construida por el faraón Keops alrededor de 2570 a.C. para destinarla a ser su tumba, y que su construcción duró veinte años. Se basan en un texto de Heródoto, que es famoso como padre de la historia y por la gran cantidad de enloquecidas fantasías que incluía en sus “historias”. En el mismo texto en el que habla de la Gran Pirámide nos dice que “En la pirámide está anotado con letras egipcias cuánto se gastó en rábanos, en cebollas y en ajos para los obreros”. Resulta que en La Gran Pirámide no hay ninguna inscripción jeroglífica en absoluto, de modo y manera que los egiptólogos aceptan o rechazan de Heródoto lo que mejor les apaña. Ni más ni menos.

La Gran Pirámide no tiene ninguna inscripción jeroglífica en absoluto, ni por dentro ni por fuera, ni con el nombre de Keops, ni con ajos y cebollas, ni con nada. En su interior no se han encontrado ni la momia del faraón, ni una estatua que le represente, ni el más mínimo resto de su ajuar funerario, ni siquiera un miserable trozo de cerámica. Nada. En la llamada “cámara del rey” se encuentra un recipiente de granito que lo mismo puede ser la parte inferior de un sarcófago que cualquier otra cosa y que tampoco tiene inscripciones, lo cual es bastante insólito en el caso de un sarcófago real. Sabemos que es imposible datar con un mínimo razonable de exactitud un monumento de piedra sin inscripciones y la Gran Pirámide tampoco.

Se calcula que la pirámide fue construida con unos 2.700.000 bloques de piedra de entre dos toneladas y dos toneladas y media cada uno, más otros 27.000 bloques de caliza blanca pulida para el revestimiento. Que la construcción se llevase a cabo en veinte años significa, ni más ni menos, que los egipcios fueron capaces de colocar uno de esos inmensos bloques cada dos minutos. Uno cada dos minutos. Bloques que previamente tuvieron que ser tallados con una perfección que es difícil de conseguir hoy en día. No hace falta ser ingeniero para darse cuenta de lo absurdo del asunto.

No hay rastro de Keops en la pirámide, no es posible datarla, es imposible que se construyese en veinte años. ¿Cuál es la verdad aceptada sobre el tema? Que fue construida por el faraón Keops alrededor de 2570 a.C. para destinarla a ser su tumba, y que su construcción duró veinte años.

Pero no pensaba yo ponerme tan piramidal. El caso es que surgió en la cena de Nochevieja la cuestión del por qué el emperador Constantino adoptó el cristianismo como religión del Imperio. Se me decía que sencillamente el número de cristianos llegó a ser tan mayoritario que, digámoslo así, la cosa cayó por su propio peso. Ciertamente esa es la verdad aceptada, verdad que sin haber sido nunca abiertamente declarada se ha ido filtrando de forma subliminal en el subconsciente colectivo, hasta quedar muy firmemente asentada. Pero no es cierto.

Se calcula que el número toral de cristianos en el Imperio Romano en tiempos de Constantino suponía aproximadamente un 17% de la población total. En pugna con el cristianismo florecían los cultos a otros dioses sacrificados: Mitra, Atis, Orfeo y Osiris por poner solo algunos ejemplos. De entre todos ellos, los más populares hacia el año 300 eran los Mitra, Isis y Osiris y Jesucristo. Desde el reinado de Calígula no había ciudad romana que se preciase que no tuviese un templo de Isis y Osiris o un Mitraeum, o un oratorio cristiano. Se sabe que el emperador, adorador del Sol Invictus y que no se hizo bautizar hasta el momento mismo de su muerte, estuvo a punto de decidirse por Mitra por el gran predicamento que tenía entre el ejército, pero la organización en obispados de los cristianos le pareció más conveniente para sus fines, que no eran otros que un mejor control político de la población. Esa unión de altar y trono ha demostrado ser muy eficiente a la hora de manejar el cotarro del poder desde Clodoveo hasta el zar de Rusia, pasando por los Reyes Católicos. El cristianismo no se impuso porque su Verdad era clara y evidente, sino por mera elección de un emperador romano.

Vinieron después las apropiaciones cristianas de los antiguos mitos. La Anunciación es un calco casi exacto de la Teogamia Tebana de Hatsepsut, la iconografía de la Virgen y el Niño es idéntica a la de Isis con Horus Niño; el 25 de diciembre se celebraban en la antigüedad el nacimiento de Horus y de Mitra; en Alejandría la noche del 5 al 6 de enero, fechas de la Natividad para la Iglesia Ortodoxa, “se recordaba el nacimiento del Tiempo, Aion, con una procesión de antorchas hasta el templo de Korion. En la procesión se entonaba el siguiente canto "La virgen ha dado a luz, la luz aumenta, la Virgen ha dado a la Luz, el Aion". En las fechas en que se celebra la Semana Santa se celebraba en la antigüedad la muerte y resurrección de Atis. Ejemplos de santos y festividades que no son más que adaptaciones más o menos veladas de dioses y celebraciones paganas podrían darse hasta aburrir.

No se me pasa por la cabeza negar la muerte y resurrección de Cristo, ni la virginidad de María, ni el Misterio de la Santísima Trinidad. No tengo ninguna creencia religiosa, pero las respeto todas. Por otra parte supongo que para un cristiano no es lo importante saber si Cristo nació o no el 25 de diciembre, sino el hecho de que naciera. Pienso que lo esencial para los creyentes no es la forma sino la substancia, porque lo contrario sería pura y simple superstición. No estoy con quienes pretenden que la Navidad pase a llamarse “Fiesta del Solsticio”; creo que el hecho de que España sea un estado laico, o no confesional, es perfectamente compatible con el reconocimiento de una tradición cristiana milenaria. Lo único que pedimos los no creyentes es que no nos hagan comulgar con ruedas de molino, que no se pretenda que aceptemos como verdades indiscutibles cosas que no son más que un conjunto de mentirijillas repetidas durante mil setecientos años.

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