Hace tiempo escuché a mi prima Lourdes decir que las mujeres de la familia son fuertes. Es curiosa la frecuencia con la que no vemos lo evidente hasta que alguien nos lo dice. Las mujeres de la familia son fuertes, por supuesto, pero hasta ese momento no me había parado a pensar en ello.
Era fuerte mi bisabuela, viuda joven que en aquellos días de finales del XIX, en los que el hombre era el rey de la creación, sacó adelante a sus nueve hijos y su patrimonio a pura fuerza de voluntad. Como fuerte fue su hija, mi abuela Pacha, firme, decidida y adorada por todos sus nietos. Ella y sus hermanas aceptaban lo que había, ninguna de ellas fue una Emmeline Pankhurst, pero bregaron con lo que les tocó vivir, que muchas veces no fue fácil, con dignidad y sin creerse inferiores a nadie.
A mi madre y a mi tía Uca les toco vivir los sinsabores de la posguerra. ¿Igual que a los hombres? No, porque la legislación franquista las convirtió en ciudadanas de segunda clase, siempre bajo la tutela del padre o el marido. Pero las dos consiguieron conservar su independencia de espíritu. A fuerza de risas, a fuerza de poner al mal tiempo buena cara, sacaron adelante su condición de mujeres orgullosas de serlo. En Escalante, la casa de mis abuelos paternos, mi tía Flor y mi tía Aurelia salieron de la guerra con dos hermanos asesinados y un antiguo bienestar mandado al garete por la veleidades señoritingas del tío Rafael. La una a base de arrogancia y voluntad; la otra trabajando sin descanso y con una belleza de carácter poco común, sostuvieron casa y familia contra viento y marea. Si Escalante era algo, lo era por ellas.
A mi hermana Zuzu le tocó ir abriendo camino. Fue una de aquellas mujeres que empezaron la batalla. Ignorando olímpicamente las críticas malévolas y las murmuraciones, o riéndose de ellas, siempre quiso ser, y siempre fue, una mujer con mayúsculas. Y hasta el final, a pesar del dolor y las limitaciones, fue luchadora y fuerte. Mi hermana Carmen ha sido una víctima, unas más, de un divorcio en el que el marido consideró a los hijos problema exclusivo de la mujer, pero nunca se ha rendido. Ahí están Carlos, Oscar, Daniel y Alan gracias a ella, a su tesón, a sus «no puedo más, pero sigo adelante». Verónica, transplantada de golpe y porrazo a un país extranjero, con un niño de meses y dos más que fueron viniendo, consiguió, por su fuerza, hacer de Francia su segunda patria. ¿Y Lourdes? En circunstancias que a cualquier otra persona le hubiesen amargado el carácter está, como su madre, siempre dispuesta al buen humor y a la risa y es, como su padre, una de las personas más buenas que conozco. Y como ellas mis cuñadas, trabajadoras y madres de familia y tirando adelante. Por suerte no han estado solas, que en su lucha colaboraron sus compañeros en casi todos los casos, pero ha sido su voluntad de ser mujeres lo que les ha dado el empuje. Gracias a todas ellas, a su fuerza, han nacido Susana, Silvia, Verónica, Laura y Carmen como mujeres libres. Si, las mujeres de la familia son fuertes.
Hombres y mujeres tenemos hoy iguales derechos, pero no todo el trabajo está hecho. Tengo amigas que, como mi hermana, sufren ex-maridos egoístas que piensan que los hijos son cosa de mujeres. Mujeres sin ayudas, con sueldos de supervivencia, solas. Hay hombres que siguen considerando a la mujer su pertenencia, hasta el extremo de matarlas. Hay mujeres que consideran normal ser las chacha de sus maridos, y hombres a los que les parece bien. Y tantas y tantas otras cosas.
Mientras se siga considerando al feminismo como «cosa de mujeres», hay trabajo que hacer. Hay que seguir luchando al lado de esas mujeres fuertes, y despertar a las débiles. Por eso creo que la huelga de hoy es buena idea y por eso me ha dado lástima ver a tantas mujeres que han considerado que eso no va con ellas.
Muy buen artículo y en lo que yo conozco, cierto; fíjate que me siento bastante identificada con ellas y eso me gusta. Gracias por tu defensa de la mujer en términos generales. A por el siguiente y un muy cordial saludo
ResponderEliminar