Dicen que la belleza que verdaderamente importa es la belleza interior. Claro, si nos ponemos a mirar a un cabracho, la cosa sale rodada; pero si nos dedicamos a escuchar “La noche transfigurada” del bendito Schoenberg, que Dios tenga en su Gloria, eso de que la belleza va por dentro, o por fuera, o por cualquier sitio, requiere sin duda alguna un mayor esfuerzo de fe. Ya si nos lanzamos a oír su indescriptible ópera “Moses und Aarón” la cosa va muy a mayores. Solo con escuchar el primer acto tiene uno material para tres o cuatro meses de espantosas pesadillas. Rara vez me acuerdo yo de Schoenberg, pero resulta que me he enterado esta mañana, viendo la televisión, que el Teatro Real de Madrid ha programado un mes de “Ópera Judía”, con, precisamente, “Moses and Aarón” como representación estrella. Que los directores de los teatros de ópera europeos dediquen meses a trastornar los sentidos de los pobres abonados programando esa delicia llamada “música contemporánea”, adornándola con unas puestas en escena completamente enloquecidas no es, por desgracia, ninguna novedad. Lo que me ha llamado la atención es eso de la “Ópera Judía”, de cuya existencia no tenía hasta ahora la menor noticia.
¿Qué será "Opera Judía? Quizás sea ópera kosher, pero me extrañaría mucho porque jamás de los jamases he visto yo una ópera en la que un carnicero se dedique a sacrificar vacas o corderos, ni desangradas totalmente ni sin desangrar, ni con pezuñas partidas o sin partir, ni que sean rumiantes o no rumiantes, ni que, en resumidas cuentas, se adapten o se deje de adaptar a las estrictas normas alimentarias del Pueblo Elegido. Pero como para cualquiera que haya visitado el museo judío de Berlín, o el de cualquier otra parte, habrá resultado evidente que los judíos han siempre los más habilidosos, los más inteligentísimos y los más relistos, que si les hacemos caso han inventado desde la rueda hasta el zapatófono del Superagente 86, pues igual resulta que también han inventado la ópera. En cualquier caso el asunto es resbaladizo, porque ya le llaman a uno antisemita hasta por decir que no le gustan los niños con tirabuzones. Por otra parte, como no tengo intención de asistir a las funciones del Real ni el mes judío ni más adelante, poco me importan las mamamarrachadas que se les ocurra programar a sus directores.
Lo que me dejado algo patidifuso, sorpresa sobre sorpresa y sobre sorpresa una, es que la noticia la he escuchado en uno de esos programas que Televisión Española ofrece a las distintas confesiones religiosas para que puedan hacer apología de sus diversos dioses y morales. La razón por la que los directivos de la cadena consideran que las únicas religiones con presencia en España son la Evangélica, la Católica, la Judía y la Musulmana es otro de los muchos misterios sin resolver que nos proporciona el solar patrio, pero así son las cosas. Ahora bien, si de lo que se trata es de que difundir la palabra de Dios ¿Qué es eso de pasarse el programa entero hablando de ópera, sea o no judía? Alguna vez he oído decir que hay aficionados al bel canto que van a ver a sus divos y divas con un auténtico fervor religioso, pero nunca creí que la cosa hubiese que tomarla tan literalmente. Cuando era pequeño me enseñaron en la catequesis que el Dios de los católicos está en todas partes. Conociendo como se las gastaba el Iahvé del Antiguo Testamento, que tenía unas malas pulgas de aquí te espero, supongo que no habrá querido ser ni más ni menos omnipresente; y por lo tanto estar en la sinagoga, sí, pero también en la ópera, entre sartenes como la Santa o en la mismísima cumbre del Kangchenjunga. Vistas así las cosas se comprendería que un programa de religión judía hablase de ópera o, ya total, de “Sálvame de Luxe”, que es un programa en el que se dan unas cuchilladas tan sangrientas los unos a los otros que estoy seguro de que la Esteban es Kosher desde hace tiempo.
Picado por la curiosidad decidí quedarme a ver lo que se decía en los espacios de las tres “religiones mayoritarias” restantes. Bueno, pues resulta que los musulmanes, en lugar de decirnos que vayamos a La Meca, nos arrodillemos en una alfombra unas cuantas veces al día, respetemos el Ramadán, no comamos cerdo y no pimplemos, como sería de esperar, dedicaron todo su tiempo a una feria que promocionaba el turismo en los países árabes. Y vuelta la burra al trigo ¿Qué hay de religioso en una feria de turismo? ¿No se estará confundiendo el culo con las témporas? ¿No estarán liando la gimnasia con la magnesia? (Por cierto ¿qué coños es la magnesia?). Pienso con preocupación en todos esos padres musulmanes diciéndoles a sus hijos que vayan al salón a ver el programa, en la confianza de que serán debidamente instruidos en los principios de su religión. Y pienso también en su pasmo atónito y desconcertado cuando las criaturas, en lugar de volver a la cocina recitando alguna poética azora, les canten de memoria los precios comparados de los hoteles de Túnez y de Abu Dabi. No seré yo quien se oponga a una cierta adecuación del Islam a los tiempos modernos, pero una caída tan radical en los brazos del laicismo va a dejar a los fieles bastante patidifusos, creo yo, sin saber si los viernes es mejor ir a la mezquita o a Viajes El Corte Inglés.
Los católicos se pasaron el rato haciendo cábalas (lo que en mi opinión hubiese sido más propio de los judíos) sobre la dirección que tomará el voto de sus fieles en las próximas elecciones. Sin llegar a poner en la boca de los televidentes la papeleta del PP, al menos no con descaro, recordaron la obligatoriedad de defender la vida, el verdadero matrimonio y todas las demás cosas que los obispos quieren imponer a la sociedad civil. Del Evangelio, ni una palabra (de Dios). Sin llegar a justificar esa extravagancia de dedicarse a hablar de política en el tiempo que les conceden para hablar de religión, entiendo hasta cierto punto que los católicos lo hagan. En primer lugar porque los obispos jamás han visto la diferencia entre la una y la otra, y en segundo porque a ellos se les concede ración doble de programación, ya después de su espacio, viene la retransmisión de la misa, con su lectura del Evangelio, su homilía y su todo. Eso suena mucho a jugar con ventaja, pero no quisiera yo levantar falso testimonio.
En honor de la Iglesia Evangélica tengo que decir que hablaron de la Biblia y nada más que de la Biblia. Y es que hay que ver la obsesión que tienen los evangélicos con pasarse el día leyendo la Biblia.Alguien debería decirles que no está mal empezar por leer best-sellers, pero que hay que ir avanzando poco a poco hacia la buena literatura.Pero justo es reconocerles que utilizaron su espacio para lo que se supone que está concebido. Si es por honestidad o por hacerse los interesante no sabría decirlo.
En buena lógica deberíamos preguntarnos por qué los responsables de programación de Televisión Española-La Dos permiten esos usos mercenarios de los espacios religiosos. Y si lo permiten, si están de acuerdo, me parece que son culpables de agravio comparativo. ¿Por qué los sintoístas que haya en España no tienen derecho a un programa religioso en el que poder promocionar el “Mes de Teatro Kabuki” en los Teatros del Canal? o los budistas a ofrecer 15 días en Bangkok y Phuket con pensión completa por 800 euros; o los Neocatecumenales pedir el voto para VOX. Claro que, en buena lógica, la televisión del estado no debería emitir espacios religiosos. Pero para eso necesitaríamos vivir en un estado aconfesional lo que, pese a lo que diga la Constitución, no es el caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario