miércoles, 18 de noviembre de 2015

FÁCIL Y RESULTÓN

Como a muchísimos españoles me gusta ver la televisión por las noches, después de cenar. El problema surge al tratar de elegir qué ver, porque  las películas las ponen quince o veinte veces seguidas, los capítulos de las series son repetidos y los debates son tan previsibles y tan llenos siempre de las mismas caras que da pena verlos. El resto de la programación  casi mejor ni comentarlo. Tanta sequía de calidad sufre la programación que yo, que cocino pasta, filetes y poco más,  he cogido la costumbre de ver el canal “Cocina”. Y la verdad es que viendo el canal del huevo frito aprende uno muchísimo. Se aprende que la cocina tailandesa consiste esencialmente en añadir  cosas desconocidas a un mejunje previo hecho a base de azúcar de coco y salsa de pescado; qué la cocina americana es tan poco apetecible como cuenta la leyenda; y qué para que un bocadillo sea moderno,  no pueden faltarle cebollino picado y una plancha de pizarra para presentarlo.
  A las horas en que yo pongo la tele suelen pasar tres programas por el “Canal Cocina”: “Fácil y resultón”, “El toque de Samantha” y “Los fogones tradicionales” 
 “Fácil y resultón” lo conduce un chico argentino muy simpático, Gonzalo D’Ambrossio, que no sé si será  fácil, pero desde luego es la mar de resultón. Gonzalo debe saberlo porque coquetea descaradamente con la cámara y, ya de paso, con los telespectadores, al tiempo que nos enseña  cómo cocinar platos para quedar bien con nuestros invitados, caso de tenerlos, con poco esfuerzo y maravilloso resultado. Eso dice él, aunque luego resulta que para preparar el plato de marras te has tenido que pasar horas en la cocina para preparar las cosas que necesitas para preparar. La cosa va más o menos así:
    “Hoy vamos a prepara unas tostas con cebolleta con las que vas a quedar fenomenal con tus amigos o (guiño y caída de ojos) con alguien muy especial para vos. Las cebolletas tenés que caramelizarlas a fuego lento durante seis horas. Yo ya las tengo hechas por acá. Los tomates hay que asarlos con el ajonjolí durante hora y media. Yo ya los tengo asados por acá. Las ñoras hay que hidratarlas en agua durante tres horas y cuarto. Yo ya tengo por acá unas hidratadas. Tengo por acá un yogur griego que previamente he tenido congelado durante cuatro días y medio. ¿Qué no tenés yogur griego? No importa, podés sustituirlo por batido de leche agria de Mongolia. ¡Fácil! Hago un poco de limpieza por acá, me lavo las manos y ahora, simplemente, trituro todo en la batidora ¡Fácil! Mirá que color rojo tan espectacular. Ahora tengo: pan que tosté previamente y una cabeza de ajo que asé previamente. Es tan fácil como untar la pasta de ajo en el pan. Yo tengo acá una rebanada untada previamente. A continuación extendés la pasta batida sobre el pan ¡Así de fácil! Y lo adornás con las cebolletas caramelizadas. ¡Fácil, rápido y resultón! Y apenas tardamos quince minutos.” Y se queda tan pancho. Vamos, como si te dicen que te van a contar una noche de sexo apasionado y te sueltan el coito sin los prolegómenos. El resultado, hay que decirlo, es una tosta cubierta con algo que recuerda mucho a la  vomitona de sobrasada, con unas cebolletas desmayadas encima que parecen espermatozoides de megaterio.
  Un poco del mismo estilo es “El toque de Samantha”. El programa debe su nombre, modestia aparte, a su pintoresca presentadora Samantha Vallejo-Nágera. Hay familias en España que ponen un ejemplar empeño en mantener las tradiciones y  en la noble casa de  Vallejo-Nágera, en la rama de Samantha al menos, están empecinados en que no se pierda esa tontuna suya a lo Iglesisas-Preysler que con tanto donaire pasea por Miami su hermano Colate, de profesión conocida “ex” de aristócratas y cantantes. A Samantha le salen muchas cosas mal, pero ella sale del paso con ese gracejo y esa frescura que solo da el megapijismo de Serrano.  Va y dice:”El solomillo lo vamos a tener bastante tiempo en el horno, porque la carne de cerdo resulta incomible si está poco hecha”. Cuando saca el solomillo y corta el primer filete la cámara nos muestra una carne medio cruda de la que sale a chorros un juguillo rojo, pero ella nos suelta:”Mira que pintón tiene esto”, y tira palante.”La lechuga tiene que estar completamente seca, por eso la envuelvo en este paño de cocina para que empape todo el agua”. Dos minutos más tarde agarra el paño muy airosa  para limpiar la tabla y las hojas de lechuga salen volando por los aires sin que ella se entere, porque está muy ocupada diciendo “saborrrr, saborrrr”, o pendiente del estilismo usando el cuchillo rojo para el pimiento  rojo, y el cuchillo verde para el pimiento verde. Cuando necesita la lechuga seca, y no la encuentra, pues no pasa nada porque “aquí tengo yo más lechuguita”, e incorpora al plato hojas de lechuga empapadas. Así es Samantha.
  El contrapunto a tanto ajonjolí y tanto estilismo  lo pone “Los fogones tradicionales”, un programa en el que las cámaras se trasladan a unos pueblos remotos, siempre del Alto Aragón no me digáis por qué,  con nombres como Cantalobos, Cuadra de Calvera y otros  imposibles de recordar, para que una sucesión de paisanas (hola, soy Pilarin; hola, soy Pilar, hola; soy Mari Pili) guisen para nosotros los “platos que hacían nuestras abuelas”. La naturalidad de las cocineras y lo rústico del ambiente se agradece mucho después de tantas modernidades. Lástima que las  tales abuelas tuviesen tan poca imaginación, las pobres, porque siempre es lo mismo: un pucherón sobre un hogar de leña, un sofrito de ajo, cebolla, pimiento y tomate, añaden carne y agua y a cocer. Al menos es fácil, aunque no muy resultón.

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