martes, 20 de octubre de 2020

FLANES

 Yo tengo la costumbre de hacer la compra semanal los lunes por la mañana. El proceso suele desarrollarse sin  complicaciones, salvo por esa sensación de que algo se me olvida,  que me ataca siempre en el supermercado y que resuelvo  comprando un paquete de espaguetis que, naturalmente, no me hacen falta. Pero las cosas de la vida moderna constantemente conspiran para amargarnos con inquietudes, sobresaltos y temores. Así ocurrió ayer cuando llegué tranquilo y relajado a la caja del super, con mis espaguetis y todo, y la amable cajera me dio un boletito con la sugestiva leyenda “PARTICIPA Y GANA” y que, según me explicaron, había que abrir allí mismo o ya en casa, a elegir. Como a pesar de todos los consejos, recomendaciones y balletitas mágicas las gafas se me siguen empañando con la mascarilla, elegí la opción “ya en casa” para evitar la humillación de tener que pedir a la cajera que me lo leyese.

Al llegar a casa, tras guardar los espaguetis junto con otros cuatro paquetes que ya tenía y darme cuenta de que lo que en realidad se me había olvidado era la arena del gato, me puse las gafas, abrí el boletito y pude leer:

¡ENHORABUENA CUPÓN PREMIADO!

FLAN HUEVO ALTEZA

Baño maría 100 x 4

Adiós a mi tranquilidad. Nada vi de inquietante en el baño maría pero ¿100 x 4? Me parece altamente improbable, con las prisas de hoy en día, que Alteza se dedique a cocer 100 flanes cuatro veces al baño maría o, más improbable aún, 4 flanes cien veces. Y eso ¿que opción me deja? Pues que me han tocado cuatrocientos flanes de huevo. He contemplado la opción de que el premio consistiese en 100 baños maría en algún spa de moda (y cuatro flanes), pero rápidamente la he desechado porque con tanto Covid suelto sería una grave imprudencia que los supermercados se dedicasen a amontonar gente en los balnearios que ofrezcan a sus clientes baños maría, que deben ser poquísimos. Así pues, cuatrocientos flanes nada más y nada menos.

Y me he encontrado con que la que podía haber sido una agradable mañana de martes se me ha llenado de angustias, porque el hecho es que yo tenía que volver al super a por la arena del gato y me aterrorizaba la idea de canjear el boletito por los cuatrocientos flanes. Se me ha pasado por las meninges la aterradora imagen de la cajera dándome la anunciada enhorabuena a grandes voces, con toda una fila de clientes sonriendo y cuchicheando, mientras algún amable empleado me ponía delante de las narices cuatrocientos flanes de huevo. Y luego ir a casa arrastrando el saco de arena y los cuatrocientos flanes delante de toda la gente sentada en las terrazas, que ajenos a la historia del premio pensarían de mi que estoy haciendo acopio de alimentos, que me ha dado un trastorno obsesivo-compulsivo por comprar flanes de huevo o, mas probablemente, que se me ha ido completamente la cabeza. Y en esas penosas reflexiones he pasado la mañana, amenizado por los indignados maullidos de Chispas mirando su caja de arena. Al final he optado por la solución extrema de comprar la arena en la tienda de los chinos. Y ha sido un gran acierto porque la cajera ni me ha dado la enhorabuena ni nada. De hecho a contestado a mi “buenos días” con un sonriente y conciso “unochetecinco”, sin más, que me ha sonado a gloria.

Para terminar, no me gusta el flan de huevo.


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